La Subcomisión de Acusaciones Constitucionales acordó por mayoría archivar la denuncia contra Pedro Chávarry por el ingreso y sustracción de información en las oficina lacradas por el fiscal Pérez. (Foto: Agencia Andina)
La Subcomisión de Acusaciones Constitucionales acordó por mayoría archivar la denuncia contra Pedro Chávarry por el ingreso y sustracción de información en las oficina lacradas por el fiscal Pérez. (Foto: Agencia Andina)

Desde las desvergonzadas defensas que Laura Bozzo y Raúl Romero hacían de Vladimiro Montesinos, ante cámaras y fuera de ellas, cuando la evidencia acumulada sobre las actividades delictivas del ‘Doc’ ya podía haber ocupado un ala completa de la Biblioteca Nacional, no se veía una servidumbre pública tan obcecada –en cámaras también, solo que de distinta naturaleza– como la de Fuerza Popular y el Apra con el ex fiscal de la Nación Pedro Chávarry. Gracias a esa reverdecida alianza, libraron al fiscal de una acusación más: la violación de oficinas lacradas.

Ambas bancadas han llevado la dudosa destreza del encubrimiento a un extremo tan hediondo, que describirlo a estas alturas con el eufemismo de “blindaje” es darle una cierta pátina de aquella dignidad mafiosa que maestros del cine difundieron a través de sus trágicos personajes. Porque si hay algo que se encuentra en las antípodas del comportamiento de estos grupos parlamentarios, es la dignidad.

Que el costo político de semejante movida en el Congreso les parezca una banalidad a los sincronizados nadadores del keikoaprismo, podría explicarse con el terror a sufrir un costo mayor –no contante y sonante, que sería lo obvio, no, sino uno penal, considerando las investigaciones en marcha– si Chávarry no hubiera violentado ilegalmente las oficinas del Ministerio Público para llevarse la documentación que lo comprometía y deslacrar lo que deslacró.

Eso, teniendo en cuenta además el torpedeo incesante en contra del trabajo del equipo de fiscales especiales de Lava Jato, mientras se desempeñó como fiscal de la Nación, que, ahora ya lo sabemos, respondía a consignas que día a día se hacen más evidentes.

Las piezas se van juntando y no es nada difícil imaginar que, con Barata en el horizonte inmediato, ‘Mr. Embajadas’ y la ‘Sra. K’ estén jugándose ya el todo por el todo. La historia del poder en el Perú es pródiga en alianzas y acuerdos parlamentarios, a veces programáticos. Pero una cosa son las alianzas políticas –deshonrosas, incoherentes o todo lo contrario– y otra, los amarres, los chantajes y las complicidades delictivas disfrazadas de política.

Y oh, tres veces oh, como decía el gran Camotillo: esa película ya la vimos.