El Palacio de la Moneda, sede del gobierno chileno, fue bombardeado el 11 de septiembre de 1973.
El Palacio de la Moneda, sede del gobierno chileno, fue bombardeado el 11 de septiembre de 1973.

“¡Yo no voy a renunciar! Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo”, exclamaba el 11 de septiembre de 1973, en el último discurso que proclamó en su condición de presidente de , minutos antes de que las Fuerzas Armadas lo derrocaran a través de un violento golpe de Estado, en el que incluso el Palacio de la Moneda —residencia presidencial en Chile— fue bombardeado.

Pese a que los militares le ofrecieron un helicóptero para escapar, Allende decidió permanecer fiel a su discurso: no renunció y terminó suicidándose antes de ser capturado. Se hizo entonces con el poder el general , quien días antes había ratificado su apoyo al régimen al firmar un documento de apoyo al comandante jefe del Ejército y ministro de Defensa de Allende, Carlos Prats.

FANTASMAS DEL GOLPE

Cincuenta años después, la sociedad chilena aún se encuentra dividida por los fantasmas de este traumático episodio histórico. De acuerdo a una encuesta de Cadem, realizada a fines de junio de este año, un contundente 83% de chilenos considera que el golpe aún “divide mucho o algo”. Señal inequívoca de esta división es que, de acuerdo a otra encuesta realizada por Cerc-Mori en mayo, un 36% de chilenos considera que los militares “tenían razón” al dar el golpe, mientras que un 41% indicó que “nunca hay razón” para atentar contra el orden constitucional.

De acuerdo al historiador y docente universitario Daniel Parodi Revoredo, esta división se debería a que regímenes de facto como el de Pinochet siempre dejan “heridas y huellas” en la memoria colectiva de los países. En declaraciones para Perú21, el académico señaló que incluso antes del gobierno de Allende “ya existían dos Chiles”, de modo que el golpe solo fue un catalizador del conflicto. “Eso hizo que en la memoria colectiva exista una herida que no termina de cerrar”, detalló.

LA AGENDA DE BORIC

El gobierno izquierdista de Gabriel Boric ha organizado una serie de eventos y medidas con motivo del 50° aniversario del golpe. Entre otras cosas, Boric ha lanzado el denominado “Plan Nacional de Búsqueda de Verdad y Justicia”, con la finalidad de buscar a las víctimas de desaparición durante la dictadura de Pinochet.

Asimismo, el gobierno chileno publicó una declaración denominada “Compromiso: Por la Democracia, Siempre”, invitando a todas las fuerzas políticas del país a suscribirlo. Los cuatro exmandatarios chilenos vivos —Frei, Lagos, Bachelet y Piñera— ya firmaron el documento, pese a algunas resistencias iniciales de parte de la derecha tradicional, expresada en la Unión Demócrata Independiente (UDI), y de la derecha radical del Partido Republicano (PR).

Entre otras cosas, la derecha le achaca a Boric el pretender generar más división y una única lectura de los sucesos del 11 de septiembre. Así, el presidente de la UDI, Javier Macaya, indicó que su agrupación no participaría “en hitos que generen más división y que nos pongan al servicio de hechos que no tienen una sola mirada”. Por su parte, el presidente del PR, Arturo Squella, advirtió que “cualquier declaración del presidente de la República está en el contexto de una puesta en escena de la división”.

Al respecto, el internacionalista y catedrático Francisco Belaunde Matossian indicó que es “inevitable” en todos los gobiernos cierto nivel de instrumentalización de esta clase de eventos. Sin embargo, precisó que esto no tiene por qué deslegitimar las actividades conmemorativas necesariamente.

Además, expresó sus dudas respecto de las acusaciones de la derecha de que el gobierno esté promoviendo una “verdad única”. No obstante, también cuestionó la eficacia de la versión promovida por Boric.”Eso de ‘imponer una verdad única’ implica silenciar a las otras. Eso es lo que hacen los regímenes autoritarios. En un país democrático, el que el gobierno tenga una versión no quiere decir que se vaya a imponer a los demás (…). Él (Boric) quiere aprovechar su propia versión de las cosas. Pero lo que va a hacer es convencer a los ya convencidos. No va a convencer a nadie más”, explicó.

Sabía que

La dictadura de Pinochet duró 17 años, desde 1973 hasta 1990, año en el que cedió el poder a Patricio Aylwin tras perder un referéndum.

De acuerdo a cifras oficiales, la dictadura dejó un saldo de cerca de 2,000 asesinatos y 1,000 desapariciones.