“Más que una reforma agraria, se requiere una reformulación con nuestra industria y repotenciar los eslabones que están débiles”, señaló Rogelio León (César Campos/GEC).
“Más que una reforma agraria, se requiere una reformulación con nuestra industria y repotenciar los eslabones que están débiles”, señaló Rogelio León (César Campos/GEC).

Al acabar la carrera de ingeniería agrónoma en la UNALM, Rogelio León puso en práctica lo aprendido y se fue al campo. Cosechó hortalizas y sandías en cinco hectáreas de la universidad y le fue bien. Con tal seguridad, salió fuera de Lima para producir quinua. Sin embargo, la historia no fue como lo esperaba: la falta de experiencia, lo difícil de la actividad y la necesidad de recursos financieros, lo llevó a que desista. De la chacra pasó a trabajar en una oficina y hoy se dedica a las actividades de financiamiento de proyectos agrarios en una entidad financiera.

Su relación con el campo no acabó ahí. Su comprensión de las necesidades del trabajador de la tierra le ha contribuido en sus labores financieras. Y su conocimiento del campo lo ha llevado a promover el valor del agricultor y los productos que siembra. Todo lo ha plasmado en su nueva publicación Food Revolution. Con Rogelio conversamos sobre la tierra, el rol de los agricultores y más.

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¿Cuán orgulloso debería estar el Perú de lo que se produce en sus campos?

Tenemos que ver que hay dos perfiles de, los que exportan materia prima y los que exportan productos de alto valor. El Perú, por sus condiciones geográficas, no tiene grandes extensiones como Brasil y Argentina que están más enfocados en soya, maíz, algodón. Perú, en cambio, se ha especializado en producir alimentos como frutas y vegetales de gran valor unitario para el mundo. Debemos sentirnos orgullosos de nuestros espárragos y paltas. Ahora estamos consolidando frutas que tienen alto valor unitario: arándanos y uvas de mesa. Nuestros principales mercados son EE.UU., luego Europa y, en tercer lugar, China.

en las que se criticaba a los agroexportadores por sus regímenes laborales. Empero, estos son sectores que han destacado por su capacidad exportadora. ¿Le pareció justas las críticas?

No es posible ver la imagen solo con dos colores. Es innegable que el sector agroexportación generó al país en los últimos 20 años un importante dinamismo cuando no había actividades tan fuertes. En zonas como la costera, que antes no tenían grandes inversiones porque no tenían ninguna fuente de generación de ingresos, gracias a la agroindustria se han podido generar poblaciones aledañas que crecen y tienen trabajo estable. Empero, en los últimos años, la situación ha cambiado y las grandes empresas tienen distintos productos que les permiten tener más fuerza (laboral). Hay algunos puntos dentro del régimen que no han sido ajustados a la realidad nacional. Creo que algunas condiciones como la inestabilidad laboral deberían cambiar.

¿Cuán olvidada está la labor de los agricultores?

Si nos enfocamos en la pequeña y algo de la mediana empresa, dentro de las políticas de desarrollo, no las hemos impulsado lo suficiente. No para tener una sostenibilidad económica interna y suficiente para lo que se necesita. Muchos de los que paran la olla de Lima, Trujillo y Arequipa viven en un estado de subsistencia permanente.

¿Cómo podríamos revertir esta situación?

Con desarrollo de infraestructura, carretera, mejor accesos, desarrollar la conectividad virtual, las señales telefónicas. Falta mucha conectividad. Así también acceso a financiamiento, formalización de la propiedad. Y un desarrollo de mercado que valore la diversidad y el origen que actualmente no tenemos.

Se ha hablado de que el Perú ha sido muy malagradecido con los agricultores durante la pandemia. ¿Ha sido así?

Siempre hemos sido malagradecidos con ellos. Solo los recordamos cuando tenemos momentos de crisis. Recuerdo que antes de la pandemia del valoramos su labor cuando ocurrió el fenómeno del niño de 2017. En momentos de crisis, cuando la oferta y canales de abastecimientos se cortan, es cuando las ciudades se dan cuenta de lo importante de su labor.

En la campaña electoral se han ofrecido distintas cosas a los agricultores. Desde atractivos créditos hasta una “segunda reforma agraria”. ¿Lo propuesto es adecuado para mejorar la situación del agricultor?

Los candidatos tienen visiones distintas. Pero creo que el término “reforma agraria” está mal utilizado porque tenemos la experiencia de la reforma de Velasco, que fue muy chocante para el sector industrial. La expropiación fue la bandera de los que impulsaron dicha reforma. Creo que más que una reforma agraria, se debe reformular nuestra relación con la industria alimentaria.

¿Cómo así?

Viendo no solo la producción de alimentos. Algo importante que siempre hemos dejado de lado es lo comercial. Nuestros mercados son informales. No tenemos un ordenamiento productivo. Hay años donde existe exceso de abastecimiento y no tenemos déficit. Nos falta un mercado promotor de la formalización y, de otro lado, que reordene el stock y el abastecimiento de alimentos que tenemos.

¿Qué sería lo clave entonces?

Más que una reforma agraria, se requiere una reformulación con nuestra industria y repotenciar los eslabones que están débiles. Como la pequeña agricultura, la agricultura de subsistencia que requiere mucho apoyo. Tenemos experiencias exitosas de la gran agroindustria nacional, ese es el camino.

¿En su libro, Food Revolution, mencionas la necesidad de que haya un respeto al medioambiente, ¿cómo lograr ello?

La industria de alimentos tiene un enorme rol para jugar. Te hablo en específico de la Selva, donde los pocos espacios que tienen para luchar para la agricultura o conservación, por la demanda tan grande de alimentos, nos obliga de manera irresponsable a tumbar árboles y expandir el área productiva en espacios donde no se debería. Los productores en general tenemos un enorme rol para que estos espacios sean sostenibles y duraderos en el tiempo.

También desarrolla en el libro el vínculo con los mercados. ¿Cómo trabajar ello?

La obra se basa en una revuelta por el lado del consumidor, que debe ser más responsable, valorar la biodiversidad, los orígenes de los productos y, sobre todas las cosas, tener una relación sostenible en la producción de alimentos. Que tenga un impacto económico adecuado con el entorno y cuidar el medio ambiente.

En estos días de pandemia, asumo que usted espera el momento de retornar al campo para continuar con sus labores.

Sí, ya quiero que la situación mejore definitivamente. Pero no me gustaría que regrese a la situación de siempre. Es decir, que ya saliendo del entorno de la pandemia, el pequeño agricultor vuelva a la situación de olvido, que significa que no reciba los estímulos que requiere. Que no reciba el fomento para desarrollar su actividad. Eso sí me da miedo, que el protagonismo que se le otorgó en la crisis de la pandemia se vuelva a perder.

DATOS:

“Soy Rogelio León, ingeniero agrónomo de la Universidad Nacional Agraria La Molina (UNALM). Me gradué en 2012. Cuando salí de la universidad, empecé mi aventura laboral siendo productor y vi de cerca las dificultades de la actividad. Cultivé hortalizas y me fue bien, pero con la quinua me fue malísimo”.

“La idea de mi último libro, Food Revolution (Caja negra editores), nace por la búsqueda persistente por la libertad y en el origen del hombre. Es decir, la libertad de decidir qué comer es uno de los factores que generó la civilización y la domesticación de animales”.

Food Revolution me tomó tres años de trabajo y de investigación. Antes he publicado Con Aroma a Flor: la “ecuación del éxito” en los negocios del futuro; y Alicascos. Ahora le daré una pausa a la investigación para pensar en próximas obras”.

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