Ricardo Córdova se inició en la pintura a los 12 años, realizando su primera muestra individual a los 13 años y su primera muestra oficial a los 17. (Foto: Javier Zapata).
Ricardo Córdova se inició en la pintura a los 12 años, realizando su primera muestra individual a los 13 años y su primera muestra oficial a los 17. (Foto: Javier Zapata).

Diana Quiroz

De las aproximadamente 1,500 obras que Ricardo Córdova (Arequipa, 1961) ha pintado en sus más de 40 años de trayectoria, el 90% tiene como inspiración a la . “A mi tierra le he dedicado la mayor parte de mi arte, pero siempre he tratado de darle una mirada diferente al típico paisaje de la arquitectura arequipeña. No trataba de que fuera representativo, en realidad siempre peleé contra eso”, precisa.

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A los nueve años ya dominaba el óleo y a los once expuso en el atrio de la iglesia de Cayma. Poco tiempo después su precoz talento se hizo conocido en la ciudad gracias a una oportuna nota periodística. Aunque en sus inicios la copia era su principal manifestación, con el tiempo y la madurez adquirida la figura y el realismo fueron copando sus lienzos. Por tal razón confiesa que, si tuviera que ponerle un nombre a su estilo pictórico lo llamaría neorrealismo, pero con un interés principal en la luz.

Precisamente esa luminosidad es la que lo remonta a la primera vez en que visitó el monasterio de Santa Catalina. Era 1970 y el convento apenas había abierto sus puertas al público. Quedó deslumbrado. “Me llamó mucho la atención el color, la luz que generaban sus planos. Mi mente arquitectónica jugaba allí dentro”, cuenta. Aquella fascinación lo llevó innumerables veces a sus instalaciones, hoy inmortalizadas con sus trazos. Tantas que “cuando voy ya ni me cobran la entrada”, agrega risueño.

Es que Arequipa es hermosa. El centro histórico con sus casonas coloniales, los volcanes, la Campiña, las canteras, su gente, todos, han sido retratados por Córdova con distintas técnicas, estilos, tamaños y colores. Ni siquiera los productos más representativos de la gastronomía arequipeña han escapado de su interés. Rocotos, ajíes, peras y choclos son también algunos de los protagonistas de sus cuadros.

La última exposición de Córdova, una retrospectiva auspiciada por Cerro Verde, da cuenta de sus motivaciones más íntimas, ligadas siempre al orgullo de ser un arequipeño de pura cepa. Un hombre que a pesar de conocer medio mundo ha elegido —y elegirá siempre, acota— vivir en su amada tierra.

DATO

-Ricardo Córdova se inició en la pintura a los 12 años, realizando su primera muestra individual a los 13 años y su primera muestra oficial a los 17


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