Josefina Barrón escribe su primera novela.
Josefina Barrón escribe su primera novela.

Ha publicado unos 10 y se ha formado en Literatura, pero cuando llena una ficha donde le piden poner su profesión escribe: ama de casa. “Casa es hogar. Yo soy el hogar”, me dice, su voz se impone. Disfruta de las pequeñas cosas de la vida. Poner flores en un jarrón, decorar la mesa. “Cuando te vuelves mayor lo que más importa es la familia, las raíces que has echado”, agrega desde EE.UU., adonde ha viajado para estar con sus hijos.

Prepara cuatro libros más, pero prefiere que el público defina si es escritora o no. “Es fácil publicar libros, es más difícil ser escritora”, advierte. Su majestad, el pollo (Grijalbo/Penguin Random House) es su más reciente publicación en coautoría con Henry Mitrani. Reunión de recetas caseras que tiene al ave más popular del Perú como protagonista.

Entraba a la cocina sin despertar sospecha, cogía una cuchara, destapaba la olla y se robaba el jugo humeante del guiso de . O un fin de semana partía en familia a Santa Clara, huyendo del invierno limeño, a la casa de sus abuelos, al lado de La Granja Azul, donde los esperaba el pollo a la brasa. Así retrata la mesa de sus recuerdos de infancia, aquellos primeros encuentros con el pollo, casi un símbolo patrio.

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-En el libro se escribe que el pollo es sinónimo de estabilidad, y me remite a lo que puede representar un pollo a la brasa luego de un día difícil o una sopa de pollo caliente en medio de la enfermedad.

¿Qué hace una madre cuando te enfermas? Sopita de pollo. Y en esta pandemia cuántas sopitas de pollo se habrán preparado, con kion y con la esperanza de que nos va a curar. Es un producto que nos ayuda en los mejores y peores tiempos. Y el pollo a la brasa está en cualquier esquina del Perú. Los de la Asociación Peruana de Avicultura me decían que el Perú es el primer consumidor de pollo en Latinoamérica. También tenemos las polladas, que se hacen en el barrio cuando queremos vaciar un techo o para estudiar. El pollo es nuestro combustible, lo que nos hace seguir moviéndonos. Todo el mundo come pollo tres a cuatro veces a la semana, en las casas con más y menos plata. Pero hay gente que no sabe más de seis recetas; entonces, dijimos: hagamos un libro con más de 100 recetas. Hay recetas poco conocidas, antiguas, populares, criollas, ‘fichas’, elegantes, de fiesta, entrañables.

-Leía en el libro que el pollo empieza su camino a la fama recién en la década del 60.

Velasco Alvarado decretó la veda de la carne quince días al mes, y el pollo comenzó a convertirse en una proteína industrial; hasta entonces era de corral, con muy poco movimiento comercial. Nos vimos obligados a buscar qué comer y el pollo empezó a convertirse en una expresión popular.

-¿Recuerdas el primer platillo con pollo que cocinaste?

Sí y fue un desastre. A los 18, 19 traté de hacer un pollo al horno y salió crudo. Muy vehemente yo, lo saqué antes de tiempo del horno.

-¿Siempre fuiste vehemente?

Toda la vida. En todo. Es mi naturaleza, una que quiere que todo le salga bien. Pero con la vida te das cuenta de que tienes que relajarte porque lo perfecto es enemigo de lo bueno.

-En esa vehemencia, ¿qué fue lo primero que hiciste al salir del colegio?

Escribir, hasta el día de hoy. Pero quizás equivocadamente porque siempre he incluido imágenes, y ahora pretendo escribir sin ellas.

-¿Te escondías detrás de las imágenes?

Cómodamente instalada. Pero llega un momento en la vida que uno dice: ahora tratemos de escribir a lo bestia, a ver qué pasa.

-¿Ya lo intentas?

Sí, con una novela, la primera.

-¿Cómo la cocinas?

Como una carne a baja temperatura por muchas horas, que se ablanda de tanto tiempo que pasa. Mi vehemencia me ha llevado a escribir desde los 9 años, escribir poemas y publicarlos, cuando los poemas ni siquiera estaban listos. Temeraria.

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-¿Qué dirías que te salió bien primero: algún platillo o alguna historia?

Una carta. Mis cartas siempre han sido mucho más efectivas que todo lo demás. Podría hacer un libro de cartas. Son hondas, honestas, tienen mucha literatura.

-¿Escribir se parece al acto de cocinar?

Se parecen. Los ingredientes tienen que ser nobles. Hay un tiempo para la cocción. Si sigues puliendo, desvirtúas; si no sueltas el plato, recocinas. El arte de saber cuándo parar de cocinar, es igual al acto de escribir y soltar.

-Una sopa de pollo puede ser como un poema.

Por supuesto, porque alimenta el cuerpo y el espíritu, lo comes cuando estás sufriendo, cuando tienes que aliviar una dolencia o la resaca de todo lo vivido.

-Sin embargo, el pollo a la brasa es casi un símbolo patrio.

Y la pollada.

-¿Los platillos llevan algo de nuestra personalidad?

Son espejos de los que somos. Muestran tu vanguardia, tu roce, lo mundano.

-Y me dices que te gusta el pollo al curry.

Sí. Me jala la comida picante, la comida oriental, lo dulce, la comida con frutas.

-Como dicen los mexicanos, ¿eres picosa?

Sí y por eso la palabra es importante, porque pica.

-¿Cuándo muestras esa actitud picante?

En la injusticia; cuando me siento frustrada, suelto la palabra.

-Tu voz te delata: es intensa y se impone.

Sí. En un mes en EE.UU. ya me he tomado no sé cuántos milkshake; dicen que no es sano, pero bueno, es la única vida que tengo y tengo que gozar del capitalismo salvaje (risas). Mi felicidad está en las golosinas, en el sol pese a que me dicen que no tome sol; en la música a todo volumen. Son pequeños vicios. Es que el gran recuerdo está hecho de pequeños recuerdos.

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AUTOFICHA:

- “Soy Josefina Barrón Miflin. En casa me decían Jose, Cuchi, Cholita, Negra. Nací en Lima, tengo 52 años. Estudié Literatura y Lingüística en la Católica, luego hice mi tesis sobre Juan Gonzalo Rose. La literatura la disfruté, la gocé, pero de lingüística no me quedó nada”.

- “Odié la lingüística, fue como las matemáticas. Definitivamente las reglas no van conmigo. Me gusta mucho leer. Ahora leo a Héctor Velarde sobre arquitectura de Lima y a Fernando Flores sobre los canales y acequias de Lima, que es denso pero interesante”.

- “Estoy haciendo un libro sobre la historia de la arquitectura de San Isidro. Hago varios libros a la vez, cuatro. Además de la novela, escribo uno que se llama Terruño y es sobre arte e identidad en el Perú, en los últimos 50 años; y el otro es la biografía de Juan Chipoco, el rey de la comida peruana en Florida”.

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