Jacqueline Torres es presidenta de la olla comunitaria Las Casuarinas en Carabayllo.
Jacqueline Torres es presidenta de la olla comunitaria Las Casuarinas en Carabayllo.

Las Casuarinas está en Carabayllo. A la altura del kilómetro 16.5 de la avenida Túpac Amaru, en lo alto de un cerro. Las Casuarinas es la olla comunitaria que acoge a más de 130 menores y adultos mayores. Y es parte de la campaña Yo Paro una Olla, de , que busca colaborar con 68 ollas comunitarias en nueve regiones del país. Se puede colaborar ingresando a www.yoparounaolla.org o por Yape al 943195645. Jacqueline del Carmen Torres vive en las faldas de aquel cerro, en la vía auxiliar de la Túpac Amaru. Todos los días camina 10 minutos para llegar a Las Casuarinas, donde es la presidenta.

Cuando llegó a Carabayllo, no había asfalto ni veredas. Recuerda que las casas eran precarias. Hoy sigue siendo un asentamiento humano, pero “luce de distinta forma, ha mejorado”, dice la profesora de Educación Primaria de 38 años. Cuando Jacqueline llegó con su familia a tenía 13 años, y pensó que había mucho por mejorar. “Si nos mudamos, era para mejorar, y eso fue lo que pasó”, agrega por teléfono la madre de dos hijas, una en etapa escolar y otra preparándose para los estudios superiores. Su voz suena noble y optimista.

-La olla comunitaria que preside comenzó como hogar y ahora es comedor. Cuéntenos esa historia.

Sí y con el apoyo de Aldeas Infantiles SOS Perú. Desde que empezó la pandemia, en marzo del año pasado, se agravó la situación de muchos padres de la comunidad; entonces, lo que hicimos fue buscar un apoyo. Antes los niños recibían una lonchera nutritiva, pero lo que hicimos para apoyar en esta pandemia fue dar almuerzos. Antes de la pandemia teníamos unos 40 niños. Pero ahora, como olla comunitaria, son 130, entre niños, niñas, adolescentes y adultos mayores. Es que hubo padres que cayeron enfermos y madres que dejaron de trabajar; entonces, no podían atender a los niños. Así implementamos nuestra olla infantil; claro, con todos los protocolos para la preparación, somos muy cuidadosos porque somos madres de familia. Lo implementamos con apoyo de Aldeas Infantiles, que lleva aquí unos 17 años. Y no solo vienen de la comunidad Casuarinas, vienen de otros asentamientos humanos que han tenido necesidad.

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-¿Y ustedes no tienen problema con eso, pueden ampliar la ayuda?

Ningún problema. Son niñas, adolescentes que tienen necesidades. Sin distinción, a todos los apoyamos. Solo tienen que venir en un horario específico a recoger sus alimentos. Y te recuerdo que es una olla gratuita.

-Usted tiene dos hijas y padres adultos mayores. Tal vez podría elegir dedicarse solo a ellos. ¿Por qué le da tiempo y esfuerzo a un hogar comunitario?

Yo creo que es vocación. Me gusta ayudar. Y vi necesidad, el apoyo que necesitaban los padres y niños. Yo no sabía nada. Me empoderé porque tenía que ayudar a tantas familias. A todos esos niños los veía como mis hijos. Siento que desde que ingresé, hace tres años, cambié.

-¿En qué cambió?

Ayudar a tantas familias me cambió, me empoderó. Mi forma de ser cambió en favor de la comunidad.

-¿Cómo era antes de...?

Siempre fui una persona que le gusta ayudar, apoyar. Pero tenía miedo de acercarme a mis vecinos y decirles si los podía ayudar y que me rechacen. Pero, como me han dado herramientas, me han capacitado, ahora ya no tengo ese miedo. Si veo que alguien necesita ayuda en cualquier lugar, no tengo ese miedo de ayudar, de gestionar. He aprendido muchas cosas. Capacitarme en procesos de gestión me ha ayudado bastante en mi vida personal y para ayudar en mi hogar comunitario. Te digo mi hogar porque son tres años y lo siento como mi hogar; es mi hogar, es mi segunda casa. Llegué como madre de familia y hoy soy presidenta.

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-La pandemia también nos ha vuelto más egoístas. Quizás por el miedo al otro, tal vez por la distancia social. ¿Pero por qué es importante conservar la vida en comunidad?

Porque tú no sabes lo que va a pasar mañana. Todos nos necesitamos. Sí, no ayudamos por miedo, nos falta empatía, me ha pasado y no reaccionaba, incluso en años pasados. Pero podemos cambiar de mentalidad.

-¿Cómo llegó a Carabayllo?

Vivo acá, aproximadamente, hace 25 años. La casa que tenemos es propia, pero mis padres trabajaban en Lima; por eso vivíamos en Breña, donde alquilábamos una casa. Pero el alquiler subió y ya no alcanzaba, así es que nos fuimos a Carabayllo, donde teníamos la casa propia. Mi papá trabajaba en gasfitería y mi mamá en ese momento era ama de casa, pero fue secretaria ejecutiva en el Instituto Nacional de Cultura.

-Cuando usted llegó a Carabayllo, tenía 13 años. ¿Qué imaginaría que sería en la vida?

Quería estudiar traducción e interpretación de inglés, porque mi mamá estudió inglés y ella traducía, y me gustaba. Quise esa carrera para mí, dije voy a viajar, trabajaré en embajadas. El sueño pudo ser posible, pero no se dio y estudié Educación. Soy profesora de educación primaria y por eso me gustan los niños. Creo que por eso desarrollé la vocación de servicio.

-¿Qué les falta en el hogar Las Casuarinas?

Infraestructura. Nuestro comedor es de material prefabricado, de madera, pero con el tiempo ese material cede por la humedad. Además, necesitamos alimento y kits de aseo.

-Usted no percibe un sueldo por esta labor. ¿Cuál es la recompensa?

Que, cuando me encuentre con mis niños, se sientan bien y sanos, que estén bien alimentados, y que las familias también estén sanas y tranquilas.

-Estuvo bien haberse mudado a Carabayllo.

Fue la mejor decisión que mis padres tomaron, porque nos hizo ser mejores personas. Mejoramos, cambiamos, crecimos y maduramos.

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AUTOFICHA:

- “Soy Jacqueline del Carmen Torres Cedrón. Tengo 38 años. Soy de Lima. Mi mamá es de Lima y mi papá es de Piura. Somos dos hermanos, yo soy la mayor. Acabé el colegio y estudié Educación Primaria. Tengo dos hijas, de 6 y 18 años. La última se prepara para postular”.

- “Cuando estuve en el colegio, me gustaba más lenguaje, nunca me gustaron los números. Por eso me desarrollé más en Comunicación. En la olla infantil Las Casuarinas en Carabayllo soy la presidenta, me encargo de cuestiones administrativas y gestiones, con el apoyo de mi tesorera y las demás madres”.

- “Sueño con seguir en esta vocación de servicio, continuar apoyando y creciendo como persona. Seguir mejorando. Aunque me he empoderado, siento que me falta mucho más, y creo que con la ayuda de Aldeas Infantiles seguiremos avanzando”.

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