“En la secundaria andaba con una cámara de rollos registrando los viajes y salidas con los patas. Una época entre bombazos, apagones y colas”. (Foto: Alessandro Currarino/GEC)
“En la secundaria andaba con una cámara de rollos registrando los viajes y salidas con los patas. Una época entre bombazos, apagones y colas”. (Foto: Alessandro Currarino/GEC)

¿Qué tienen en común un fotógrafo, un químico y un poeta? Un nombre: .

Químico de Yanbal, donde trabaja hace 15 años. Es responsable del sistema de gestión de Salud, Seguridad y Medio Ambiente. Artista y fotógrafo con un máster de Fotografía Contemporánea Latinoamericana. Está presentando hasta el 30 de abril la exposición antológica Correspondencias, en la Galería Martín Yépez del Centro de Lima, en Nicolás de Piérola 938, Plaza San Martín, de lunes a sábado de 11 a.m. a 6 p.m. Y poeta, autor de Antihorario; ya alista una segunda obra.

“Quiero ser literato”, le dijo a su madre a los 5, 6 años. No recuerda qué le respondió, pero estima que deslizó una sonrisa cándida de una madre enamorada de su hijo. Profesora de lengua y literatura, fue la responsable de su inmersión en los libros. Elie recuerda que Rimas y leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer fue como un disparo en la sien. Pero su padre, ingeniero civil, lo imaginaba siguiendo sus pasos. “Tienes que estudiar algo que te permita vivir”, le dijo a finales de los años ochenta, cuando no había futuro. ‘Del arte no se vive’, era una frase que siempre volvía a él, pero Elie, mientras atendía las clases, tallaba tizas en forma de manos y puños. Dice que tal vez entró a la química para salvarse. No lo dice, pero quizás entró a la fotografía para reencontrarse y a la poesía para recuperar la infancia.

¿Qué tienen en común un fotógrafo, un químico y un poeta? La creación.

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-¿Qué fue primero: la química, la fotografía o la poesía?

Yo creo que primero fue la pintura. Mi abuela paterna, brasilera ella, pintaba. De chiquito la veía pintar en su casa, a escondidas, no le gustaba que la vieran.

-¿Mirar a la abuela pintar ya era una iniciación en la pintura?

Es que no te imaginas lo impresionante que es para un niño enfrentarse a un proceso creativo. Pintaba lo que sentía por Recife, su tierra, y Lima, donde vivía. El nacimiento de una imagen era algo fabuloso, y después yo veía ese cuadro colgado en determinada parte de su casa, y no importara que yo no haya hecho esa pintura, pero para mí era un universo entero. Yo tendría 5 años.

-¿Alguna vez le preguntó algo a la abuela?

No, porque era muy reservada. Y si le preguntabas, lo que hacía era “hum”, “hum” (imita el sonido). Ni siquiera hablaba de eso con sus propios hijos. Éramos como los duendecillos que orbitábamos ese rincón mágico de su casa.

Obra de Elie Angles.
Obra de Elie Angles.

-¿Y por qué no eligió ser pintor?

Siempre estuve metido en temas que impliquen crear, pero veía amigos que pintaban bien y yo sabía que no tenía ese don. En quinto de primaria, un hermano marista organizó un taller de fotografía analógica. Por esa época había encontrado la cámara de fotos de mi abuelo y había comenzado a experimentar con ella, me encantaba, aunque no sabía cómo funcionaba. Pero ahí quedó. Durante la secundaria andaba con una cámara de rollos registrando los viajes y salidas con los patas. Fue una época entre bombazos, apagones, colas para el pan y la leche Enci. Cuando salí del colegio no tenía ni idea de qué hacer, pero tenía un viejo que se había preocupado mucho de pensar cuál podía ser mi futuro. Me dijo: “Estudia mecánica y ponemos un taller”. Me preparé para ingresar a Tecsup, pero postulé a Química.

-¿Por qué?

Era más afín a la Química que a la Mecánica. Siempre fui experimentador y sabía que con la Química tenía un bote salvavidas. E ingresé en los primeros puestos y mi viejo se alegró, y cuando le dije que entré a Química, me dijo: “Yo no te voy a pagar la carrera”. Le dije a mi abuelo y le metió su cuadrada (risas). Terminé en primer puesto la carrera, me fui a trabajar a la Southern Perú y mi hijo nació en Toquepala. Mi esposa estuvo un año y se regresó a Lima, y me quedé un par de años solo, y ahí comienzo nuevamente a registrar en fotos los cerros, tratando de entender dónde estaba.

-Terminar en primer lugar y trabajar en una minera harían pensar que el futuro ya estaba decidido. ¿Qué pasó?

Bueno, cuando renuncié a Southern todos me miraron con cara de “tú eres o te haces”. En ese momento pensé que tenía que complementar la carrera técnica con la universitaria. Y entré a estudiar a Cayetano Heredia.

Obra de Elie Angles.
Obra de Elie Angles.

-Ahora, la química también es creación, ¿no?

Sí, sí. Eso es lo interesante. Nunca tuve un trabajo que no pase por la creación. Después entré a trabajar a Backus con la intención de ser maestro cervecero. Y después de saltar por varios sitios, postulo a Unique, donde trabajo ahora.

-Sus fotografías parecen pinturas, que podría tener que ver con la influencia de la abuela.

Tomo pinturas de amigos y tomo una parte, y las reinterpreto. Hago un juego de cámara para generar otras visualidades.

-¿El mundo de la imagen de hoy –y pienso en Instagram– suma o resta en la percepción que se tiene de la fotografía como arte?

Vivimos en un mundo completamente visual, donde lo textual ha sido desplazado por lo visual. Se habla incluso de contratos legales visuales. La gente quiere ver y quiere cosas simples. Estamos tan dominados por la imagen, que creo que necesitamos focos que vectoricen el pensar la imagen de una manera distinta.

-Habría que detenernos un rato para mirar mejor la imagen.

Definitivamente. Una imagen te tiene que interpelar; que la imagen te genere preguntas.

Obra de Elie Angles.
Obra de Elie Angles.

-Antihorario; su vida: un padre que dice una cosa y al final usted hace otra; sus elecciones: primero la pintura y al final la química parecen señales de que siempre va a contracorriente.

Nunca estoy contento en la misma posición. Siempre tengo que estar en movimiento y siempre a contracorriente. En el mundo de hoy hay que ir a contracorriente sino seremos parte de la ola de destrozo ético, político, cultural, simbólico.

AUTOFICHA:

- “Soy Elie Angles Arrué. Soy Elie tercero, somos cuatro generaciones. Mi abuelo, que tiene 103 años y es puneño quechua aymara, es el primero. Tengo 49 años. Nací por error en Lima. Mi mamá es de Cajamarca y mi papá es de Puno, él vino de chiquito y ella de adolescente”.

- “En Yanbal (Unique) tengo 15 años trabajando. Soy el responsable del sistema de gestión de Salud, Seguridad y Medio Ambiente. La parte mía es cuidar a la gente. Es un trabajo bien bonito, dirijo a los equipos de trabajo de los diferentes países donde estamos”.

- “Hice un montón de talleres en poesía. Y en imagen hice el máster de Fotografía Contemporánea Latinoamericana del Centro de la Imagen. Trabajo muy relacionado al pensamiento de la imagen, me identifico con la parte filosófica detrás de la fotografía. Y alisto un segundo poemario para, tal vez, 2023″.


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