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Redacción PERÚ21

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Por: Roberto Lerner, Espacio de crianzaFuerza y debilidad. Siempre presentes en las relaciones humanas, sobre todo aquellas –como la crianza de los niños, la enseñanza de los que supuestamente no saben, el gobierno de los ciudadanos– en las que la asimetría y la desigualdad imperan.

Nunca están, nunca deberían estar, siempre en el mismo lado de la relación. Puede ocurrir por tiempos cortos, aunque algunos crean que pueden durar así para siempre, como en las dictaduras, el bullying y la impunidad mafiosa.

Pero son disfuncionales y siempre implosionan, frecuentemente con inusitada violencia. A veces entre padres e hijos, pero también en las otras situaciones mencionadas, las debilidades y las fortalezas terminan neutralizándose de manera casi macabra, ridícula, al estilo de ciertas películas de terror.

Imaginen ustedes a dos santos arrodillados uno frente al otro, rezándose mutuamente para que el otro haga un milagro.

El poder termina transformándose en patética debilidad. O pensemos en dos ositos de peluche abrazados uno del otro, buscando cobijo.

La debilidad pierde sentido para convertirse en ridículo poder. Y en ambas situaciones, fuerza y debilidad, poder y fragilidad, dejan de interactuar como deberían, de habitar en dosis distintas en todos nosotros, de alternarse sabiamente, para dejarnos congelados e incapaces de potenciarnos unos a otros, protegernos unos a otros.