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Redacción PERÚ21

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Pedro Salinas,El ojo de Mordorpsalinas@peru21.com

Javier Krahe (Madrid, 1944) es considerado un cantautor de culto en España. Y por acá, igual, aunque en menor medida, claro. Para que tengan una idea, hasta este escriba conserva –no sin cierta codicia– un disco de Krahe, de cuando hacía trío con Alberto Pérez y Joaquín Sabina en La Mandrágora, allá por 1981.

Krahe, quien roza los setenta años, luce una barba blanca, la frente despejada, fuma puritos, y tiene el aspecto de un vagabundo flaco, chupado, burlón, pero tierno a ratos. Basta escuchar sus canciones, de melodías sencillas, para adivinar su carácter sarcástico e irónico. E irreverente. Y lúdico.

De muy joven intentó dedicarse al cine, pero luego fue ganado por la música. Y desde el 2005 hasta la fecha se presenta en pequeñas salas, regalando canciones de su repertorio, que no es breve. Cuervo ingenuo, una de sus composiciones, incluso fue censurada por TVE, en 1986, en los tiempos en que Felipe González y el PSOE detentaban el poder.

El caso es que en 2004, durante una entrevista en el programa Lo más Plus, de Canal Plus, se propaló como fondo de la conversación, en una pantalla ubicada detrás suyo, durante 68 segundos, el extracto de un corto que realizaron Krahe y su amigo Enrique Seseña, en 1977, en el que se propalaba una receta sobre cómo cocinar un Cristo, mostrando qué ingredientes se requerían, de qué manera había que trocearlo y untarlo con mantequilla, e indicando en qué momento debía metérsele al horno, para luego sacarlo "al tercer día en su punto", parodiando, obviamente, la resurrección.

Pues qué creen. Apareció una cosa llamada Centro Jurídico Tomás Moro, que dice tener como fin especial "la protección del derecho a la vida del nasciturus ('el que ha de nacer') y del embrión humano", y le clavó a Krahe una querella por "escarnio" de las creencias cristianas y ofender los sentimientos religiosos. O algo así. Por blasfemar, o sea. Como si viviésemos todavía en el medioevo y en épocas inquisitoriales. Tal cual.

Pero para resumir. Casi ocho años después, y luego de ser archivado en dos oportunidades, el juicio se mantiene sobre la cabeza del cantautor como la hoja de una guillotina. Esta semana, les cuento, lo volvieron a sentar en el banquillo de los acusados y sus denunciadores, de esos que a todo le ponen la etiqueta de pecado, pretenden que pague 144 mil euros. Y de sancionarse la blasfemia como un delito, estaríamos ante el primer juicio que se sentenciaría en España por causales religiosas, que es como para ponerle la piel de gallina a cualquiera.

Porque, vamos, no estamos hablando de un país musulmán de costumbres radicales, de los que lapidan mujeres o cercenan miembros. No. Hablamos de España, la del primer mundo pese a su crisis económica. La que se proclama laica pese a los exabruptos de sus curas ultramontanos y sus obispotes carcas, como el de Alcalá de Henares, a quien toda la curia terminó defendiendo y bendiciendo su homofobia.

Y bueno, ya adivinarán. Tampoco es que Javier Krahe piense disculparse, porque cree, con razón, que todo este sainete judicial no es más que un absurdo. Un disparate gatillado por una panda de tontos solemnes y fanáticos soplacirios. Por eso, y porque como él mismo dice en una nueva canción que está componiendo: "El señor no es mi pastor/Y yo no soy un borrego". Pues eso.