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Redacción PERÚ21

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Guillermo Giacosa,Opina.21ggiacosa@peru21.com

Grecia figuró, en los últimos 10 años, entre los cinco mayores importadores de armas del mundo. Si tenemos en cuenta que su superficie es de 132,000 kilómetros cuadrados (equivale aproximadamente al 11% del territorio peruano) y que su población es de solo 11 millones de habitantes, ocupar un lugar de privilegio entre los adquirientes de armas suena a despropósito. ¿Quiénes les vendían esas armas? Alemania y Francia, que son los dos países que más bregan por ajustar los tornillos de la economía helena y, naturalmente, Estados Unidos, que en eso de vender armas nunca está ausente. Ya con la crisis apuntando en su futuro, Grecia compró varios cientos de modernos tanques alemanes Leopard, sin tener dinero para pagar la munición de los cañones. Incluso en 2009, cuando ya era obvia la magnitud del desastre financiero, Grecia le compró a Alemania 233 cañones sin retroceso y un submarino por 403 millones de euros. ¿No hay algo de moralmente repugnante en estas compras? ¿Es posible imaginarlas sin presiones y negociados silenciosos entre compradores y vendedores? Y aun cuando no hubiera habido negociados, suena imprudente –y hasta canalla– venderle a quien ya se asoma a la bancarrota. Curiosamente, los líderes de la Eurozona se han mostrado mucho más tolerantes con los gastos griegos en armamento –aunque ascienden al doble del promedio de la OTAN–que respecto a los gastos que se hacían en sanidad o en pensiones. ¿Cuáles son las prioridades de estos bárbaros modernos? Esta postura perversa desnuda los valores que practican quienes manejan hoy el grueso de las finanzas internacionales.