notitle
notitle

Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Roberto Lerner,Espacio de crianza

Hablando con un ejecutivo de mediana edad, llegamos al nivel de bienestar en el que se siente con respecto de diferentes aspectos de la vida: trabajo 3, hijos 8 y pareja 6 (en una escala de 10). Aunque en la chamba algo bajetón, son órdenes de magnitud frecuentes en esta frenética época.

"¿Y tú?", le pregunto, quiero decir, independientemente de lo demás. "Nada, no me doy tiempo para mí, son tres mochilas pesadas, con gratificaciones increíbles, pero cada una tiene lo suyo", me dice.

"Imagínate", continúa. "Hace 10 años, cuando Sampras era lo máximo, compré la raqueta que él usaba y comencé a jugar tenis. Mis hijos, pequeños en ese momento, también. Ahora es Federer. Nos provocó jugar el domingo pasado. Cuando cogí mi raqueta, lo mismo le pasó a los chicos, sentí algo raro en mi mano. El grip se había podrido y me quedé con un montón de pedacitos adheridos a la piel. No podía creerlo. Un piensa que eso va a durar siempre, que no importa el tiempo pasado, nos va a estar esperando y que, reset, cuando nos provoque retomar, todo va a ser igual."

Sí, es verdad, pienso, hay cosas que se deterioran, y cuando uno retoma una actividad, una costumbre perdida, un espacio de placer olvidado en medio de los trajines, hay, seguramente, que reparar un grip aquí, templar una cuerda allá, eventualmente comprar una nueva raqueta, quizá la de Federer.

Pero mi interlocutor y sus hijos recuperaron rápidamente la esencia del movimiento y, sobre todo, el placer de llevarlo a cabo juntos. Algunos puntos más de bienestar.