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Redacción PERÚ21

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Enrique Castillo, Opina.21ecastillo@peru21.com

Se ha señalado que pedir la renuncia de los ministros es entregar un triunfo al enemigo; que no se puede estar cambiando a los ministros cada cuatro meses; que los ministros deben durar por lo menos un año; o que los ministros deben estar al frente de sus carteras durante los cinco años del gobierno. Afirmaciones de este tipo no ayudan a enfrentar con éxito el problema, ya que se promueve la discusión sobre las consecuencias, y no, como debe ser, sobre las causas.

El tema a discutir no es el período de tiempo que debe durar la gestión de un ministro, sino, la idoneidad, profesionalismo y la capacidad que debe tener la persona designada para llevar adelante una buena gestión ministerial, y el plan o programa gubernamental que deba implementar.

Un ministro capaz, conocedor del sector, con cierto nivel de manejo político, con una ruta clara, durará años en el cargo. Un ministro improvisado, ajeno a la cartera, sin respaldo institucional, durará muy poco tiempo. ¿Y de qué depende contar con un ministro idóneo y capaz?, de una buena selección.

Ahí está el meollo del asunto, la raíz del problema o de la solución. ¿Y de quién es la responsabilidad de realizar una buena selección?, del presidente de la República y de su primer ministro. Si ellos eligen bien, las gestiones ministeriales serán eficientes y deben durar; si ellos eligen mal, tendremos malos ministros que no deben mantenerse en el cargo por más tiempo del que permita darse cuenta de su incapacidad.

¿Por qué el país debe soportar la presencia de un ministro que es nombrado de favor, que no conoce el sector, que no tiene una gestión productiva, o que no hace un uso eficiente de los recursos?. Mantener a los malos ministros porque son "incondicionales y/o funcionales", por "no darle el gusto a los opositores", o por "no dar una mala imagen", es rendirle culto a la mediocridad y al compadrazgo, y es hacerle un daño al sector y al país.