Dirigentes exigen que Humala visite la región. (R. Bernal/USI)
Dirigentes exigen que Humala visite la región. (R. Bernal/USI)

Redacción PERÚ21

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Por: Fabiola ValleEnviada especial

Lo que parecía ser un paro más contra la minería en Cajamarca se convirtió en una protesta de nunca acabar. Pensé quedarme un par de días, pero permanecí nueve porque fue imposible salir de esta ciudad y las circunstancias me forzaron a vivir lo que vivieron miles de cajamarquinos, varios turistas y todo aquel que se quedó atrapado en la zona de conflicto.

El primer día del paro, el 24 de noviembre, comenzaron las movilizaciones y cientos de manifestantes bloquearon las principales vías de la región. Al tercer día, vino la escasez de combustible y de alimentos. En los mercados, el kilo de pollo subió de ocho a 15 soles. Comer pollo y pescado se convirtió en un lujo que nadie podía darse ni en el restaurante más caro.

TEMOR COLECTIVOLos bancos, centros comerciales, mercados, colegios e instituciones públicas y privadas cerraron sus puertas. No había dinero en los cajeros. Los pocos negocios que permanecían abiertos eran apedreados. Para comer o comprar algo había que esperar a que algún comerciante abriera la puerta pequeña de su local.

Por miedo a algún ataque, en los restaurantes habían pegado afiches de "Agua sí, oro no". El mismo letrero colgaba de las carretillas de los heladeros, mototaxis, taxis y hasta de la catedral.

Los taxis y colectivos subieron sus tarifas en más del 50%. Para ir al aeropuerto, cobraban 40 soles cuando antes se pagaba 10 soles. El último jueves, algunos turistas pugnaban por subir a los helicópteros de la Policía y lloraban diciendo que iban a perder su vuelo a su país.

A la gente de la minera ni se le veía por la calle. Nadie salía a decir que estaba a favor de la mina o en contra de la protesta por miedo a las agresiones. En un inicio, el presidente regional de Cajamarca, Gregorio Santos, consiguió congregar a la gente para apoyar la manifestación contra Minas Conga. Después, hizo una invocación a la calma, pero ya no le hacían caso. Ante la escasez de alimentos, él pedía que dejaran entrar a los camiones. Tampoco lo escucharon.

Los periodistas fuimos blanco de la ira de los manifestantes. Algunos fuimos agredidos, acusados de informar a favor de Yanacocha o por fotografiar los desmanes. Una señora me golpeó con un chicote en las piernas y me hubiera seguido pegando si no le agarraba la mano y un comunero me defendía.

El peor día del paro fue el 29 de noviembre cuando un enfrentamiento entre manifestantes y policías en la laguna El Perol dejó 20 heridos; 14 campesinos y seis agentes. Los primeros fueron baleados, los segundos apedreados y 'castigados' con chicotes.

La suspensión de actividades de Conga, el último martes, no sorprendió a los manifestantes, que dijeron que las obras ya estaban suspendidas desde que comenzó el paro y que solo querían que el Ejecutivo declarara la inviabilidad del proyecto.

Al noveno día de paro, todo parecía estar volviendo a la normalidad. Abrieron los negocios y el aeropuerto, y ya ingresaban y salían algunos vehículos. Pude salir de Cajamarca.