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Redacción PERÚ21

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Marco Sifuentes, Perú 2.1

Al final de la temporada anterior, ambos bandos habían decidido cruzar su Rubicón. El 20 de abril, desde Argentina, Vargas Llosa había anunciado que votaría "sin alegría y con muchos temores" por Humala. Y ese mismo día, también, ocurrió otra declaración de principios: despidieron a Patricia Montero, productora general de Canal N. Su crimen: haber "humanizado" a Humala durante la primera vuelta.

Si Vargas Llosa bajó los anticuerpos de muchos contra Humala, el caso Montero aumentó las resistencias contra Fujimori. ¿Otra vez el control de medios? ¿Cuando ni siquiera llegaban al poder?

Todo indicaba que sí. El nuevo Canal N eligió emitir un especial sobre las reinas del pop en vez de transmitir una actividad en la que distintos líderes de opinión respaldaban a Humala. Jaime Bayly fue contratado –en medio de rumores de una chanchita entre las empresas mineras– para transmitir una y otra vez el mismo monólogo de una hora contra el nacionalista. Diarios y reportajes acusaban a Humala de todo lo imaginable: desde la caída de la bolsa mundial hasta de ser parte de una conspiración internacional planeada por Fidel Castro (?). La mismísima Sociedad Nacional de Radio y Televisión lanzó un spot protagonizado por un trabajador con mandil naranja.

Muchas de las revelaciones sobre la campaña fujimorista (como que era dirigida desde la DIROES) eran silenciadas y la mayoría de sus metidas de pata (¿la captura de Bin Laden se debió a la titulación?) eran pasadas por agua tibia. En cambio, las estupideces del otro bando (como el ataque de hordas humalistas a Jaime de Althaus), eran destacadas en primera plana.

Para muchos, como el politólogo Steve Levitsky, convertido en súbito líder de opinión, esta actitud de los medios auguraba que Fujimori, de llegar al poder, no tendría ningún contrapeso. El fantasma de Humala 2016 serviría para darle carta libre a Fujimori 2011.

"En un país donde hay altos niveles de corrupción", se quejó Levitsky en una de las tantas escueleadas que dio en televisión, "donde ha habido históricamente abusos de poder, el rol principal de la prensa es denunciar. Pero vivo aquí hace once meses y veo la tele: jamás he visto una denuncia sobre el gobierno de García (la cachetada presidencial, por ejemplo). Tengo que buscar en Internet para encontrar información que debería estar en los canales de televisión."

Era cierto. El antifujimorismo encontró en las redes sociales un espacio privilegiado para la difusión de sus informaciones y para la organización del activismo. El movimiento No a Keiko (NAK) y sus casi 200 mil espontáneos seguidores (autodenominados nakers) serían decisivos (finalmente, la elección se ganaría por solo 447 mil votos).

Las redes contrarrestaban la información mayormente sesgada de los medios. No fue el único medio libre, ni siquiera el principal, pero sí fue el que articuló el discurso y el flujo de información que convenía al antifujimorismo. Las entrevistas de Beto Ortiz se viralizaban en YouTube, las de Rosa María se convertían en trending topic mundial en Twitter y las investigaciones de La República se esparcían por Facebook. Una plataforma exclusiva de Internet, La Mula, desenterró los vladivideos y los subió a Internet, además de transmitir en vivo lo que la televisión no.

Distintas organizaciones de la sociedad civil usaron el Internet para difundir videos, manifiestos y los comunicados más diversos (hasta "Arquitectos contra Keiko") y para, a fines de mayo, organizar la marcha del #26M (nótese el # de la sintaxis tuitera). La jornada en las calles convocó a unas 10 mil personas gracias a la misma combinación exitosa de los indignados en el resto del mundo: redes sociales virtuales + organización offline.

Y al final, ganó. La victoria de Humala no se debió a su nulo carisma, ni a sus bonitos spots, ni a su Hoja de Ruta, sino, básicamente a que muchos dijeron NO a Fujimori. Los primeros en olvidarlo fueron, precisamente, los No a Keiko, una de cuyos dirigentes terminó trabajando en Palacio. Pero el que quizás nunca lo supo fue Humala, que en las primeras dos semanas luego de la elección anduvo con una sonrisa de niño que pronto se le borraría.

El túnel del tiempo finalizará la próxima semana.