La salud del niño: Creencias y actitudes erróneas

“Hay creencias populares arraigadas desde antaño que llevan a las personas a adoptar acciones equivocadas y hasta peligrosas”.
(GETTY)

POR: Dr. Eleodoro Freyre

Una clara demostración de la falta de educación en salud en nuestra población es lo que ocurre en nuestro medio respecto a la persistencia de creencias populares arraigadas desde antaño. Estas creencias llevan a las personas y a las familias a adoptar acciones equivocadas y peligrosas, especialmente entre los niños.

Así por ejemplo, si el menor tiene fiebre, se hace lo siguiente: 1) abrigarlo más de lo usual, lo que eleva aún más la temperatura corporal; 2) mantener las habitaciones cerradas, lo que propicia la persistencia de los microbios ambientales; 3) darle los líquidos tibios o calientes, e infusiones que no le gustan al niño, cuando, al contrario, debe tomar mucho líquido a temperatura ambiente y del sabor que agrade al menor; 4) no usar el termómetro y tan solo calcular la intensidad de la temperatura poniéndole la mano en la frente, lo cual resulta muy impreciso.

Otro aspecto muy arraigado en la población es considerar la fiebre como una “emergencia” y llevar al niño urgentemente apenas ha subido la temperatura corporal, incluso a medianoche.

Esto es un error, porque pueden ir a lugares donde la calidad de la atención médica no es muy garantizada, en especial a esas horas, y porque usualmente todavía no se hacen evidentes los signos que indican el tipo de infección que está causando la fiebre. Usualmente, es recién 24 a 36 horas después de iniciada esta cuando se hace evidente la sintomatología que permite diagnosticar el lugar y el tipo de infección. Lo recomendable es bajar la fiebre con los antipiréticos usuales, que toda familia debe tener en casa y, si es necesario, usar “medios físicos”.

En este sentido, existe la costumbre de poner pañitos húmedos en la frente y abdomen del niño, lo cual no es eficaz, ya que se debe cubrir la “mayor parte del cuerpo” con toallas húmedas y sin alcohol. Pero lo más eficaz es un baño de tina con agua muy tibia –más de lo que se usa para el baño de aseo– y mantenerlo allí entre 10 y 15 minutos.

Con este método simple, que es el recomendado, la temperatura baja unos dos grados y se puede aplicar aunque el niño tenga síntomas respiratorios (catarro o tos). De esta manera, se gana el tiempo necesario para hacer la consulta posteriormente.

Solo se considera un caso de emergencia si el niño convulsiona o si muestra signos de alarma, como dificultad respiratoria, vómitos o diarrea severos, compromiso de la conciencia, etc.

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