Carla ha sido criada bajo una estricta e inflexible educación moral. Va a misa todos los domingos. David, su novio, está a punto de dejarla porque no comprende cómo es posible que ella se rehúse a practicarle sexo oral. "Si somos pareja", argumenta él. "Es que eso es malo, eso no lo hacen chicas como yo", responde ella. Pero las restricciones de Carla van más allá. Solo está contenta con una pose (el misionero), no quiere saber nada de previos extensos, tampoco desea experimentar juegos eróticos. David la ama, pero su actitud lo desconcierta.