El costo total de una maestría es elevado. Es por ello que el profesional debería contar con los recursos suficientes para afrontar esta inversión, ya sea con ahorros, un buen sueldo o saludable capacidad crediticia en caso de que requiera un préstamo educativo.
Lo ideal es que el alumno de una maestría cuente con experiencia laboral posterior al pregrado. Este 'background' es vital, pues permite profundizar, potenciar las habilidades desarrolladas en la práctica profesional y adquirir nuevas herramientas.
Una maestría es útil cuando el profesional siente que ha cumplido un ciclo y que debe estar en un nivel superior para asumir nuevas funciones u ocupar cargos. La maestría perfila el pensamiento abstracto, el enfoque, la toma de decisiones y otras competencias que optimizan el desempeño profesional.
Tener una maestría a veces resulta paradójico, ya que se pueden cerrar puertas por estar "sobrecalificado". Pero no debería ser motivo para desanimarse: el profesional debe estar consciente de ello y saber que la maestría es un grado que exige mirar hacia adelante.
Estudiar una maestría implica encontrarse en un momento idóneo a nivel personal, es decir, preparado para asumir un compromiso de dos años académicos. Apto para priorizar la maestría y aun así rendir en el trabajo, y no descuidar a los seres queridos.