Para empezar, busque un cepillo y una pasta de dientes. Lávese, como mínimo, unas tres veces al día o, mejor dicho, después de comer. Las bacterias se multiplican por millones. Por eso, la lucha contra ellas debe ser constante.
Tampoco se olvide de limpiar su lengua pues aquí también se acumula una gran cantidad de bacterias. Eso sí, pase por ahí luego de haber cepillado los dientes.
También puede utilizar caramelos o chicles de menta, pero no se confíe porque solo se trata de soluciones temporales. Es más, ni siquiera serán capaces de eliminar las bacterias responsables del mal olor.
Otro truco: enjuáguese la boca con agua fresca después de comer. Finalmente, evite el tabaco y no se olvide de programar su visita al odontólogo.