¿Cómo ser vegano y pro-Hamás? ¿Cómo ser caviar y revolucionario a la vez? ¿Cómo conciliar la agenda progresista de los organismos multilaterales del primer mundo con la lucha premoderna de unos subversivos que le abren el vientre a sus rehenes? He ahí el dilema.
¿Cómo ser vegano y pro-Hamás? ¿Cómo ser caviar y revolucionario a la vez? ¿Cómo conciliar la agenda progresista de los organismos multilaterales del primer mundo con la lucha premoderna de unos subversivos que le abren el vientre a sus rehenes? He ahí el dilema.

Un recordado político peruano decía que cuando llovía en Moscú, la izquierda peruana sacaba su paraguas. No le faltaba razón, aunque algún acucioso diría que para el comunista local promedio sería más peligroso salir sin casaca en pleno invierno en Beijing.

Sea cual fuese el epicentro socialista, es claro que eso de “ni calco ni copia” nunca pegó mucho entre los lectores de José Carlos Mariátegui. La izquierda peruana casi nunca logró una “creación heroica”.

Pero si antes ya era difícil seguir la moda de Moscú, basta imaginar lo complicado que debe ser apoyar las diferentes causas y luchas izquierdistas de las distintas sedes antiglobalistas en estos confusos tiempos de un mundo multipolar.

¿Cómo ser vegano, woke, pro-LGBTI y pro-Hamás, por ejemplo, todo a la vez? ¿Cómo ser caviar y revolucionario a la vez? ¿Será que Hamás come hummus? ¿Le importará la agenda transgénero al líder militar del grupo subversivo que controla la Franja de Gaza? Solo un sanmarquino consecuente lo sabría. Esos que son woke, pro ‘Tomas de Lima’, anticonciertos, pro-LGBTI y pro-López Chau, todo junto.

No es que uno simpatice con la cancelación del discurso del embajador de Palestina en San Marcos. La censura nunca merece defenderse. Pero no deja de ser simpático imaginar cómo la izquierda sanmarquina logra construir malabares ideológicos para conciliar en un solo discurso político la lucha de Hamás, la agenda LGBTI y su comedor vegano.

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