Un cántico sorprendió al periodista de La Nación Jorge Rodríguez. “Milei, querido, el pueblo está contigo” fue la frase que se repetía en su última presentación en público. Y no porque el presidente de Argentina no pueda provocar fanatismos, evidentemente, sino porque Javier Milei —parafraseando a Margaret Thatcher— cree que el “pueblo” no existe. Es un concepto vacío, un fetiche populista, explicó en el cabildo de Córdoba, provincia históricamente antiperonista. Pero el pueblo cordobés, generoso, igual lo aplaudió. Y si el pueblo en su inmensa sabiduría se lo pide, quién es finalmente Milei para negarse. “Es un populismo de gestos”, ensaya el cronista.

Tras salir de Siga la Vaca, el reportero se despidió y siguió su camino. Los restaurantes de Puerto Madero están repletos. Como los de Recoleta y Palermo SOHO. Y los bares y ‘boliches’ también. Pero la gente, como el pueblo, es un espejismo. No porque no exista, sino porque es engañoso. La gente gasta su sueldo para que la inflación no lo devore, explica Hernán Maciejowski, sommelier de La Malbequería, quien apoya el ajuste. Mientras cata una indescifrable variedad de varietales y cepas, cuenta que el local para lleno cada quincena y fin de mes, pase lo que pase. Llueve o truene, sobre todo en este otoño que ya parece invierno, obligando a todos los porteños a desempolvar sus abrigos. El sueldo se evapora como un Malbec, bebida nacional que se conmemora el 17 de abril. Y el cambio del dólar blue también. Los fajos se acumulan y las ligas para separarlos se superponen. Los cambistas de Florida saben contar y encantar. Por ahí un billete desaparece y nadie vio nada. Y prefieren las cifras grandes de US$100, que intercambian por 122,500 pesos. El barman de Lo de Jesús es igual de joven, pero expone la notable cultura general del bonaerense promedio. “La gente vive el día a día, el billete quema un hueco en el bolsillo…”, se ríe. Confía en Milei. También sonríe el dueño de Hierro, Casa de Fuegos. Y el del restaurante Las Flores, con comida alternativa. Y el de Mengano. Ese otro Buenos Aires menos tradicional también anda repleto de comensales. Gastronomía turca, hongos extranjeros, sabores mediterráneos. Todas las mesas lucen llenas y las puertas están siempre abiertas. Vienen muchos brasileños para pasar el fin de semana. También uruguayos. No es que lleguen porque los precios estén bajos, precisamente. No son esos tiempos ya.

“Obviamente la gente gasta el dinero porque, cuanto más lo tenga en el bolsillo, menos vale”, le dice Jorge Lanata a Perú21. “Argentina fue toda la vida cortoplacista porque es un país rico. Hemos vivido históricamente como herederos ricos”, explica el periodista. Ezeiza anda lleno de turistas. Los siete vuelos a la semana de JetSMART andan full, a pesar de ser temporada baja de otoño. Mientras Milei canta rock en el Luna Park para la presentación de su libro, su rostro protagoniza la tapa de la revista Time. El retrato fue de una fotógrafa argentina. “El radical”, titula la periodista Vera Bergengruen, que nació en Chile y tiene padres uruguayos. “‘Radical’ no significa lo mismo que en la Argentina, lo debimos haber pensado…”, se disculpa la reportera. Lo radical de Milei, evidentemente, no lo relaciona con el viejo partido político argentino que parece agonizar. “Él es como es, no le gusta que lo critiquen”, recuerda Vera. “Cuando mencioné las críticas de la marcha universitaria, no es que se enoje, pero no se anima”, agrega. “Era interesante ver que él es exactamente como lo he visto, no es alguien que me parece que actúe muy diferente en privado”, concluye. “Pasó la peor parte”, le dijo Milei a la revista Time. Difícil decir eso en Argentina, donde cada cierto tiempo vuelve la piedra de Sísifo del ajuste económico. Las patillas de Milei al estilo del libertador San Martín se confunden con las de Menem. “El problema van a ser los sindicatos”, explica Javier Cortese, quien apoya las medidas del presidente. No se reconoce como liberal, pero ya se quitó la venda de los ojos. Tiene más de cincuenta años y está divorciado. Tiene dos hijas, vive cerca de Once. “Cuando era joven fui a Cuba”, rememora. Y aunque no es historiador, conoce la historia económica del país como pocos. Critica a Duhalde y a De la Rúa, pero sobre todo el peronismo. “El peronismo empezó y terminó como fascismo”, recuerda. “Y los sindicatos peronistas pactaron con los militares”, agrega. La periodista Laura Di Marco detalla el pasado de todos. Los Kirchner apoyaban ese peronismo clásico que abucheaba a las Madres de Mayo. Y criticaban a Alfonsín. Con los años, cambiaron 180 grados. Y se colgaron de los derechos humanos ninguneados. “La Argentina padece un populismo sistémico desde 1946″, explica Di Marco, exredactora de El Clarín. “El populismo es una forma de concebir la historia y la sociedad. De ahí que puede existir incluso un populismo liberal”, teoriza en alusión a Milei. Un nuevo tipo de populista, más de forma que de fondo.

Cortese advierte sobre los sindicatos argentinos, el hueso más duro que tendrá que roer el presidente. “Trabajan con las barras, son mafias”, advierte. Controlan las maquinarias, las empresas públicas y tienen poco o nada que ver con las luchas por beneficios laborales. Hace tiempo que ya no se trata de eso. Santiago Gilges es más joven, pero ha vivido muchos años en Colombia. Casado. Espera lo mejor de Milei. Desconfía del peronismo. Cree que era necesario el ajuste. El museólogo Enrique Salmoiraghi conoce al dedillo San Telmo. También Montserrat. Y sobre todo el origen de Buenos Aires. “Había que traer un loco para contrarrestar a la loca”, dice, en alusión a Cristina Fernández de Kirchner. Reconoce el trabajo de la empresa privada en la conservación de monumentos históricos. Nunca fue peronista, pero tampoco se reconoce como liberal. “Afortunadamente el ministerio no se mete en esto”, agrega señalando la casona más antigua de San Telmo. O quizás ya empezó a serlo y no se ha dado cuenta.

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