Durante la jornada de ayer, hasta antes de las lamentables muertes, Palacio de Gobierno dejó de ser el epicentro del Ejecutivo; Manuel Merino de Lama despachaba desde la casa de Ántero Flores-Aráoz, en La Molina. Desde que tomó el poder, el lunes pasado, Merino de Lama no ha salido a las calles de Lima. Ayer, estas se volvieron a abarrotar por un mar de gente, en su mayoría jóvenes, que rechaza la decisión del Congreso.
Merino y su premier intentaron dar explicaciones a las marchas, pero solo lograron echar más leña al fuego. “Me sumo a la preocupación de la juventud por la pérdida de trabajo, por no haber culminado sus estudios universitarios, por el caos vivido por la pandemia. Tenemos que separar a aquellos que pretenden hacer un caos de una manera anárquica”, señaló el congresista tumbesino a RPP.
El jefe del gabinete no se quedó atrás en el estrecho y frío análisis: “Hay mucha gente que está fastidiada, han estado mucho tiempo confinados en sus domicilios, han habido exageradas restricciones”.
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Desde las distintas plazas y parques del país, los jóvenes del bicentenario contagiaron con su entusiasmo a los demás. Pero pese al estilo de protesta pacífico, pues se desplazan sin violencia, la represión policial hacia ellos ha sido brutal y ahora con consecuencias fatales (ver pág. 3).
Perú21 conversó con los protagonistas de las movilizaciones para comprender por qué están en las calles. Las respuestas son diametralmente opuestas a las esgrimidas por el Gobierno de turno.