El caso del exdiputado español Íñigo Errejón recuerda al de los expresidentes Alberto Fernández y Evo Morales. También al de otros socialistas que encarnan la eterna contradicción entre teoría y praxis, sobre todo al relacionarse con sus compañeras de partido.
No es la primera vez que los autodenominados aliados de la tercera ola del feminismo muestran su verdadero rostro. Tampoco será la última. Acá en Perú, la lista de denunciados por el movimiento Me Too abarca un amplio abanico de ejemplares, pero destacan por su doble discurso algunos miembros del Partido Socialista, militantes de Nuevo Perú y hasta simpatizantes de Perú Libre.
La contradicción es intrínseca a la ideología. Las feministas han pescado en Marx tantas citas a favor como en contra de su agenda de género. Lo cierto es que incluso el ‘feminismo’ del socialismo realmente existente es una liberación de la mujer que, simultáneamente, la somete a la dictadura del proletariado. Lo vimos aquí con las mujeres dirigentes de Sendero Luminoso. Por eso, las heroínas de la URSS manejaban naves espaciales, tanques, fábricas y rifles AKM, pero siempre a las órdenes del todopoderoso Estado soviético. El mismo aborto, decretado por la URSS en 1920, tenía fines más demográficos que feministas.
Pero no es necesario ir tan lejos. No es que el pensamiento de los ‘aliades’ deconstruidos del feminismo esté inmerso en su propia dialéctica materialista o que la lucha de contrarios que se debate en el interior del ‘hombre nuevo’ socialista resolverá sus propias contradicciones mediante más marxismo, como dicen sus confundidos defensores. Es simple hipocresía y falsa superioridad moral.
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