Carlos Meléndez: "El nuevo fujimorismo nació en Chile"

“(Si Fujimori se quedaba en Japón), El fujimorismo hubiese desaparecido. Fujimori en Japón se sentía prácticamente un cadáver político. Su viaje a Chile le permitió resucitar y que hoy hablemos de otra generación del fujimorismo, que controla el Congreso”, apunta.
(Perú21 / Luis Centurión)

Nació en Perú y hoy vive en Chile. Se formó en Lima y actualmente es profesor en Santiago. Ambos países han sido territorios constitutivos de su pensamiento y lo son de sus próximos proyectos editoriales. Con El informe Chinochet. Historia secreta de en Chile (Aguilar, 2018), el analista político Carlos Meléndez da inicio a una trilogía que habita entre las naciones de Fujimori y Augusto Pinochet. En esta primera parte de la saga, desde la “novela sin ficción y sin pretensión literaria”, como él la califica, busca develar por qué el ex presidente peruano dejó Japón, y abordar todos los entretelones. Una panadería miraflorina es el escenario para acercarnos a la pretensión del autor.

¿Por qué decide escribir El informe Chinochet?
Uno de los momentos claves para entender el nuevo fujimorismo es cuándo surge. Yo que estudio al fujimorismo, siempre traté de ver cuál era ese momento. Y se da en Chile, cuando Alberto Fujimori sorprende a todos, incluyendo a sus propios familiares, y de la noche a la mañana aparece en el aeropuerto de Santiago. Era el periodo del fujimorismo más ‘clandestino’. Fujimori los saca de las cavernas.

¿Qué tienen en común Fujimori y Pinochet?
Son hombres que dividieron a sus países, a sus sociedades: entre gente que los apoyaba a toda costa, que justificaba este nivel tan perverso de pragmatismo, hasta sus opositores, víctimas directas, indirectas o simplemente críticos. Y, además, dividen a sus países porque los sacan de situaciones de crisis profundas.

¿Y en qué se diferencian?
Pinochet tenía una institución detrás. No hablaba a nombre personal sino a nombre de un poder fáctico: las FF.AA. Era un dictador tradicional. Fujimori es un outsider, no tenía proyecto político, no le rendía cuentas a nadie. Tuvo un aprendizaje como hombre de mano dura. Yo diría que es con el rescate en la residencia del embajador de Japón que se convierte en un autócrata completo. Y en esta suerte de personalismo afiebrado y todopoderoso, es que en el año 2005 decide –“a mí no ve a pasar nada”– salir del Japón.

¿Era tan fuerte ese personalismo afiebrado al punto de pretender volver al Perú como si no hubiese pasado nada?
El poder es la peor de las drogas. Fujimori, por su personalidad, es alguien que se rodea de gente que le hace eco de lo que él quiere, él no tolera muchos críticos en su entorno. Se imaginaba entrar por Tacna, supongo, con masas de personas aplaudiéndolo. Llegar a Chile era una buena idea porque nunca en su historia había extraditado a un extranjero a su país de origen. Fujimori es el primer extraditado en la historia chilena. Recordemos que él tuvo el gobierno peruano más prochileno. Creía que tenía muchos amigos allá. Lo que no calculó es que llegó en plena campaña electoral. Para Michelle Bachelet, Fujimori era Pinochet.

En el libro, ensaya dos motivos por los cuales Fujimori dejó Japón: la presión del gobierno nipón y el deseo personal. Pero usted se inclina por lo segundo. ¿Por qué?
Perú tenía un caso muy débil. El tema de la autoría mediata no era tan convincente para los japoneses. No había evidencia suficiente como para extraditarlo. Además, Fujimori ya había anunciado que regresaría. Dos meses antes de su viaje, él va al consulado peruano en Tokio a pedir su pasaporte. Y eso no encendió las alarmas. Fujimori siempre pensó en su regreso al Perú.

¿La sed de poder es el móvil para esa decisión personal?
Más que poder, es sed de control.

Que contrasta con la imagen primaria del profesor universitario, el ‘chino buena gente’.
Fue el entorno. Y él mismo va avanzando en la construcción de su personaje. El 96-97 es clave: Fujimori libera a los rehenes sin consultar a la comunidad internacional y lo hace de manera exitosa. Eso lo pone en otro nivel. Él cree que después de eso es capaz de todo. Es el momento del éxtasis de Fujimori. Ahí proyectó un liderazgo mundial. De esa nube quizá solo se bajó cuando estuvo preso.

Si Fujimori no hubiera salido de Japón, ¿de qué estaríamos hablando?
El fujimorismo hubiese desaparecido. Fujimori en Japón se sentía prácticamente un cadáver político. Su viaje a Chile le permitió resucitar y que hoy hablemos de otra generación del fujimorismo, que controla el Congreso.

¿El fujimorismo morirá cuando muera Fujimori?
No creo. El fujimorismo ya entró a otro nivel. La mochila pesada del fujimorismo ya no es Alberto Fujimori, sino son los valores conservadores que representa.

¿Esta coyuntura de los audios cuánto daño le están haciendo al fujimorismo?
El fujimorismo de Keiko ha tenido la mala suerte de que el sistema político en su conjunto colapse y se carcoma en medio de escándalos de corrupción cuando ellos dominan el Congreso.

Pero con personajes del fujimorismo citados en tales audios.
La política en este país se ha hecho así siempre. Seamos cínicos por un momento: el Perú se ha gobernado así desde 1821, o desde antes. Solo que ahora hay pruebas. Y se está demostrando que el fujimorismo ha replicado las viejas formas de hacer política, donde también tiene un pie en el lumpen.

Después del libro, ¿lo seguirán etiquetando como fujimorista?
(Risas). Es parte de la polarización. Yo me río, porque siempre he tratado de ser fiel a la evidencia. Además, hay una segunda parte. Es más, será una trilogía. Tiene que ver con Fujimori, con Perú y Chile. El país del sur ha sido una sombra y una luz para los peruanos. Ha sido un modelo en el cual nos hemos visto de manera contemporánea. Chile es el país que más ha influido en nuestra historia contemporánea. Se ha metido más de lo que creemos en nuestra sociedad y viceversa. No hay país donde hayamos influenciado más como en Chile.

AUTOFICHA
- “Soy Carlos Meléndez Guerrero, tengo 41 años. Nací en Lima. Estudié Sociología en la Universidad Católica del Perú. Soy doctor en Ciencias Políticas de la Universidad de Notre Dame en EE.UU. Soy profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Diego Portales en Chile y socio de la consultora 50+1”.

- “Mi tesis doctoral saldrá publicada por el Instituto de Estudios Peruanos en algunos meses. Se llama El mal menor. Chile es una sociedad muy politizada. Y eso está bien. Los mejores alumnos que he tenido han sido de Chile. De ese país he aprendido a respetar más las normas”.

- “Las ciencias sociales en el Perú las han escrito las élites. Y yo no vengo de una sino de Zárate. Soy un ‘pata’ de barrio. Gran parte del odio que algunos sectores me tienen es porque quizá comprendo un poco el chip de la gente que viene de abajo. Me considero un académico antiestablishment”.

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