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Carlos Meléndez: “Es una CIDH dominada por el progresismo” [ENTREVISTA]
Entre el tema identitario y la rendición de cuentas, el sociólogo analiza la volatilidad de los políticos peruanos que pueden pasar de la presidencia a la prisión (y viceversa).
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Carlos Meléndez, socio fundador de 50+1 Grupo de Análisis Político, analiza desde Chile la resaca de las protestas peruanas y el cuestionado informe de la CIDH.
¿Qué te ha parecido el informe de la CIDH?
Está dentro de los patrones del tipo de reportes que normalmente han emitido en los últimos años. Tres de los últimos cuatro reportes han sido sobre protestas: el estallido social chileno, las marchas en Colombia y ahora las protestas en Perú. Y describe hechos que ya son materia de investigación. No dice ninguna novedad en el sentido de que las presuntas violaciones a derechos humanos han sido reportadas también por Human Rights Watch, el New York Times y otras ONG y medios periodísticos. Se alerta sobre posibles ejecuciones extrajudiciales y se usa el término ‘masacre’. Ninguna sorpresa ahí. Pero creo que la CIDH se hace un autogol al hacer el reporte, porque se visualiza un lenguaje en el cual están sus sesgos ideológicos. Hablar de un sistema económico extractivista y discriminaciones estructurales solo suma en algunos casos pero en otros no. Y, más bien, permite ver claramente cuáles son los sesgos de una CIDH que ya está sesgada: solo dos de sus siete integrantes se ubican en la centroderecha. Es una CIDH mayormente dominada por el progresismo latinoamericano.
Que un grupo de juristas de derechos humanos dé una explicación tan economicista…
No suma, pues. Hablar de racismo estructural puede servir para explicar al país, pero no para entender las protestas. No es un conflicto ambiental ni antiminero. Es un conflicto democrático.
¿Lo que está en debate es lo que entendemos por democrático?
El problema de fondo es la representación política. Nuestros políticos son elegidos para representarnos, pero no rinden cuentas. Hay cierto halo de impunidad que hace impopulares tanto al Poder Ejecutivo como al Legislativo. Entonces, si en una protesta social legítima contra la salida de alguien que elegí, a pesar de que esa persona haya dado un golpe de Estado, hay decenas de ciudadanos muertos, alguna responsabilidad política tiene que haber. No vas a premiar al ministro de Defensa con la Presidencia del Consejo de Ministros. Eso es una traición a la representación política. Y es una burla hacia las víctimas. Acá hay un problema de rendición de cuentas. La gente se pregunta por qué los puneños protestan tanto. Pues porque les han matado a sus hijos. Mira el caso Utopía. Un grupo social puede mantener una bandera de lucha por años.
Una representación política basada en lo identitario. Lo es Castillo, pero antes lo fue Toledo.
El tema identitario entra en la fórmula para comprender la protesta por el lado del tejido social de las comunidades indígenas y campesinas. Veo la identidad más en su rol de resistencia orgánica. No veo manifestaciones esencialistas del tipo ‘protestan porque son aimaras’. Veo lo identitario más como un elemento cohesionador de una organización social. Hablando de estos clichés que se han utilizado en el marketing electoral para vender a figuras que provienen ‘desde abajo’, creo que esta épica se ha devaluado con el tiempo. Y sí existe una suerte de continuidad entre Toledo, Castillo y Boluarte. Hasta Vizcarra puede entrar, pero sobre todo los otros tres. Small is beautiful. Si vienes de abajo, del pueblo, del interior, de Cabana, de Chota o de Apurímac, tienes esencialmente una altura moral distinta a los demás. Esto se ha venido abajo. Miremos cuántos analistas decían que el Perú era mucho más democrático porque había permitido que un profesor campesino rural haya sido elegido presidente. No hay que caer en esos esencialismos ni clichés. La realidad nos da bofetazos. Ya podemos decir que en el Perú un profesor rural puede ser corrupto. Y que una mujer quechuahablante puede ser frívola. Y la gran promesa que fue Alejandro Toledo ya está, por fin, enfrentándose a la justicia peruana. La realidad peruana nos ayuda a desenmascarar esos mitos que muchos actores políticos y académicos han estado construyendo.
Pienso en Isabel Cortez ‘Chabelita’. Sin una gran obra legislativa o gremial. Un símbolo, un uniforme. La izquierda vio en ella lo que quiso ver.
Sí, la representación simbólica está fallando. Esa representación simbólica ha quedado evidenciada en todas sus limitaciones. Y es por eso que lo que queda es la representación en términos de rendición de cuentas. Lo que sucede en el Perú y en la región es que la rendición de cuentas se corta desde el inicio. Si uno vota con el anti, tu relación de representación acaba el domingo por la tarde después de las elecciones. Vivimos una democracia con identidades negativas y eso socava las bases de la rendición de cuentas o accountability. El elector se desentiende de su candidato ni bien este gana las elecciones. Entonces, no genera una relación de representación democrática. Y, por lo tanto, no apoya a esa autoridad a nivel de aprobación pública. Por eso tenemos este fenómeno cada vez más común en la región de tener presidentes sin luna de miel. Y esto, que es algo electoral, en el Perú crece a nivel exponencial, a nivel de crisis política de coyuntura. Entonces, ‘como voté por alguien para que no entre el otro, que haya elecciones este año, porque no he endosado ningún compromiso político mayor’.
Volviendo a la CIDH, en Colombia y Chile el debate no escaló hasta la presidencia. ¿Podría ocurrir en el Perú?
Los presidentes que fueron mencionados al momento de recibir los reportes, tanto Boric como Duque, tomaron las recomendaciones y solicitaron que se siga investigando. No confrontaron el reporte. Ni siquiera la ultraderecha en Colombia o Chile confrontó el reporte. En el Perú sí se confrontó el reporte. Primero, porque tenemos sectores conservadores con memoria. Y el Estado peruano ha sido caserito de la CIDH en los últimos años. Eso vuelve al tema más politizable. Y, segundo, porque tenemos presidentes desprotegidos. En el Perú tenemos presidentes presos porque están desprotegidos políticamente. No tienen partidos ni bancadas que los protejan. Entonces, un reporte como el de la CIDH puede tener un efecto mucho más potente en un escenario como el peruano, donde se ha devaluado el principio de inocencia que tienen los políticos. Algo que no fue una amenaza en Chile ni Colombia puede ser algo de mucha consideración para una presidenta tan débil en términos de coalición política.
Desde la prisión, Castillo podría meter una bancada, precisamente para defenderse. ¿La cárcel victimiza más a Castillo?
La victimización funcionaría si existiese la habilidad del líder político para crear la narrativa. Castillo desaprovechó y tuvo demasiados errores. Y delitos, como nos van diciendo las investigaciones. Fueron más las circunstancias que el político lo que hizo posible crear un castillismo. Pero, en la izquierda, hoy en día, no hay nadie que pueda sacar más de 10% de votos, salvo Pedro Castillo.
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