"Solo recuerdo que Alan García se fue y parece mentira. Hay mucha tristeza, pero hay que seguir luchando por los niños, por nosotros", de esa manera-entre lágrimas- Amelia Hidalgo, de 75 años, se despidió del fallecido . Ella, como cientos de militantes del partido aprista, madrugó para poder asistir al funeral del ex presidente desde su vivienda en el Rímac. Nada la detuvo. Nada. 

Amelia no recuerda con exactitud cuantos años milita en el APRA, pero dice que su cercanía al 'partido de la estrella' la heredó de su madre "desde la panza".

Al igual que Amelia, Alejandro Vásquez, de 54 años, perdió la noción de su tiempo en la militancia aprista. Sin embargo, lo que no ha olvidado es la admiración que siente hacia Alan García. Vásquez, por eso, junto a otros partidarios de su sector, viajó ocho horas desde Trujillo hacia Lima para decir adiós al líder máximo de su partido. 

"Hay un dolor enorme, es una trágica muerte que no esperábamos. Consideramos que reinvindicó al aprismo con su muerte y prefirió la muerte a la humillación", comenta al ser consultado sobre lo que piensa respecto al suicidio de García.

Rosa Maco es otra partidaria a quien no le importó lidiar con las más de 16 horas de viaje que la condujeron desde su natal Arequipa hasta Lima. Sin dudar tomó un bus que la trajo a la capital, específicamente a la Casa del Pueblo, donde por última vez pudo tocar el ataúd que contenía los restos del presidente del partido que ella eligió seguir desde 1985, coincidentemente el año en que García asumía su primer gobierno.

Así como Amelia, Alejandro y Rosa no hicieron distinción entre distancia y tiempo. Cecilia Sánchez tampoco escatimó en esfuerzo. Ella, secretaria general del sector 23 del partido aprista, tomó su silla de ruedas y se dirigió hacia la casa del pueblo desde el Cercado de Lima para agradecerle a García a quien ella considera un gran ejemplo. "Somos historia", dice mientras avanza al compás del cortejo fúnebre que lleva los restos de García hacia la Plaza San Martín y luego hacia su última morada en un cementerio de Huachipa. El sol quema. El fervor de los apristas se siente en cada rincón.

Alan García

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