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Protestas 2.0

Cuando hay una crisis, entramos a Instagram o Facebook para ver los comentarios de quienes seguimos.

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Ha sido una semana complicada. Durísima para todo el país. Tengo 32 años y por primera vez en la vida he visto que la atención de todos los peruanos esté enfocada en el mismo punto. Me recuerda a la hazaña rusa de 2018. Pero esta vez hay un propósito detrás, hay una indignación colectiva por parte de la población y se está haciendo notar, sobre todo en nuevas generaciones.
Estas líneas tal vez puedan servir de guía para aquellos boomers o de la generación X que están sorprendidos con lo rápido que se ha propagado el discurso político de la noche a la mañana. Política is the new black y esa tendencia, gracias a las redes sociales, se contagia más rápido que el COVID.
¿Cómo se convocaba a masas de gente en el pasado? El boca a boca, volantes o flyers. Pequeñas reuniones con potentes discursos dignos de compartir con tus amigos para dar a conocer el mensaje. Cartas, llamadas, anuncios en la radio o televisión. Hoy, las redes sociales han cambiado las reglas de todo. Mira The Social Dilemma en Netflix para que te asustes un poco. En el 2004, Mark Zuckerberg le dio un micrófono y un estrado a todo el mundo sin siquiera saberlo.
Hasta la semana pasada mi seguidilla de historias en Instagram estaba llena de ricos desayunos con su cafecito más, ocasos en la playa desde departamentos costaverdecinos, parejas compartiendo un vinito el fin de semana, mascotas dando vueltas en boomerang, amigos atorados en el tráfico y por supuesto los 50 mil kilómetros que, al parecer, el resto de personas corre durante la semana.
El lunes 9 cambió eso. Todos, absolutamente todos mis amigos, en redes sociales han compartido algo relacionado con la crisis política que se vive en el momento. Tengo un amigo piloto, una exbailarina y un primo poeta que les pusieron una pausa a sus oficios para tornarse verbales y frontales con lo que estamos viviendo.
Los influencers han sido una pieza clave para las convocatorias. Cuando hay una crisis, entramos en redes sociales para ver los comentarios de quienes seguimos. Es como un mecanismo de confort. Estamos dudosos de cómo pensar y confiamos en que estos líderes digitales nos den las pautas adecuadas para coger el sendero correcto, y ahora que sabemos más, queremos compartir este nuevo conocimiento adquirido con nuestros amigos.
Ya sea por genuina preocupación o por hambre de aprobación, nadie se quiere quedar afuera de la fiesta. Y ahí empieza el efecto de bola de nieve. Tenemos que compartir, tenemos que alzar la voz, el silencio no es una opción. La indiferencia no es aceptada por el millennial.
He visto a gente, de cuya boca en el pasado he escuchado decir frases como “odio la política, no me interesa”, compartir videos y posts de RMP, de La Encerrona o de la dupla molokial. Decenas de nuevas páginas de Instagram creadas la última semana para explicar lo que está sucediendo en el país, en un castellano bien facilito, ya que el Homo videns, como lo advertía Sartori en 1997, ha tenido una regresión fundamental: el empobrecimiento de la capacidad de entender.
Y TikTok no se queda atrás. El hermano adolescente de las redes sociales es otro mundo. Es una comunicación más lúdica para el joven de 16 a 24 que pasa, al menos, tres horas ininterrumpidas al día con la mirada fija en el celular. He visto a tiktokers pedir elecciones limpias del TC brincando como conejos al ritmo de Black Eyed Peas.
Es gracias a estas plataformas que se llegó a materializar la marcha más grande en la historia del Perú, que las injusticias no pasan desapercibidas, que el poder está nuevamente en el pueblo, como debe ser, aunque a veces la democracia se contradiga etimológicamente.
Cierro la semana con cierta esperanza. Lo que más necesita este país es una renovación de la clase política. Jóvenes que quieran dedicar sus vidas al servicio público o, por lo menos, que se mantengan vigilantes con lo que sucede en el Ejecutivo y Legislativo.
Quiero creer que esta no será una moda pasajera, cual romance veraniego, sino que será el inicio de un compromiso por parte de la ciudadanía. Como dice mi hashtag favorito de la semana #SeMetieronConLaGeneraciónEquivocada.
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