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La poesía del retrato arequipeño

El libro Un arte arequipeño, de Andrés Garay y JorgeVillacorta, revalora la trascendencia de la escuelafotográfica arequipeña desde finales del siglo XIXhasta la primera mitad del siglo XX.

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Fecha Actualización
POR DIANA QUIROZ
La fotografía llegó a Arequipa alrededor de 1860. Su presencia, como en tantas otras ciudades del mundo, fue transformando la visión que hasta entonces se tenía de la sociedad. Aliada del progreso que ya se hacía sentir en la ciudad del Misti durante las décadas finales del siglo XIX, el arte fotográfico iba cobrando fuerza a través del retrato. Basta con saber que a nivel global nueve de cada diez imágenes fotográficas producidas en aquel siglo pertenecieron a este género.
Precisamente esta práctica, llevada a la categoría de obra de arte en tierras arequipeñas, es el tema central de la investigación realizada por Andrés Garay Albújar y Jorge Villacorta entre 2002 y 2007. “Logramos ver centenares de imágenes en álbumes fotográficos de familias arequipeñas. La variedad y riqueza del retrato fue asombroso”, apunta Villacorta. Así nació Un arte arequipeño: Maestros del retrato fotográfico, libro que tras un largo derrotero hizo posible su publicación gracias al oportuno financiamiento de la minera Cerro Verde.
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El repaso cronológico inicia desde 1872, con la llegada del alemán Carlos Heldt a Arequipa y la formación de su es - tudio; pasando por el esplendor artístico alcanzado con Emilio Díaz y Max T. Var - gas, entre 1905 y 1914; y la relevancia en las décadas posteriores de los hermanos Carlos y Miguel Vargas, así como del puneño Martín Chambi, quien consideró a la Ciudad Blanca como su alma mater.
¿Cómo resumiría el panorama arequipeño antes del apogeo de la fotografía en la ciudad?
Se caracterizó principalmente por una actividad de fotógrafos errantes o tras - humantes. Arequipa era una plaza muy atractiva para los fotógrafos.
En esas circunstancias, ¿qué significó para Arequipa y sus pobladores el retrato fotográfico desde finales del siglo XIX e inicios del XX?
Los fotógrafos arequipeños Emilio Díaz y Max T. Vargas empezaron una movida más localista cuando inauguraron sus estudios en 1896. Las exposiciones anuales del Centro Artístico de Arequipa (CAA) ya reunían obras fotográficas de participantes en certámenes bien organizados, que atraían tanto a profesionales como a aficionados, todos en pos de reconocimiento y lucimiento personal. Desde 1890 hasta entrada la tercera década del siglo XX, las exposiciones del Centro Artístico fueron un espacio de culto en torno a la fotografía, con el retrato como el género dominante en el gusto de la época. Sin embargo, el máximo galardón que obtuvo Emilio Díaz fue internacional: una medalla de cobre por sus retratos fotográficos en la Exposición Universal de París en 1900.
Más allá del retrato, ¿qué estilo o temas fotográficos atraían las miradas arequipeñas?
La fascinación que ejerció la fotografía también abarcó sus usos científicos, que fueron objeto de maravilla. El Observatorio Astronómico de Carmen Alto, de la Universidad de Harvard, fundado en 1890, presentó fotografías de la Luna, nebulosas y estrellas en el certamen de 1899 del CAA, que cautivaron al público arequipeño y ganaron la más alta presea.
El libro resalta a seis maestros de la fotografía. ¿Cuáles fueron sus puntos en común y el aporte individual de cada uno de ellos en una ciudad que iniciaba su camino a la modernidad?
Todos ellos fueron fotógrafos profesionales del retrato. Heldt le enseñó fotografía a Emilio Díaz; Díaz fue competencia directa de Max T. Vargas; Max T. Vargas fue maestro de Carlos y Miguel Vargas y de Martín Chambi. Estos últimos se consolidan como modelos del fotógrafo profesional empresario y artista en el siglo XX. Cada uno logró en el retrato un nivel de fotogenia propio, con amplia aceptación y demanda en sus públicos.
¿Cuál diría que es la influencia de estos maestros en las generaciones posteriores de fotógrafos tanto en Arequipa como en el Perú?
La influencia directa en generaciones posteriores no ha sido estudiada aún. El retrato es un género extremadamente difícil. Pero nosotros afirmamos que fue en la propia Arequipa, con estos maestros, que hubo un desarrollo especial, una evolución, una sucesión directa de conocimientos y estéticas propias de una escuela. La labor del Centro Artístico fue crucial y ayuda a comprender que el retrato, un objeto de valor singular, tuvo un rol público de afirmación colectiva de identidades.
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