Zanjas contra el Zanjón

“Veterano como es, (Luis Bedoya Reyes) se dio el lujo de jalar orejas a todos los políticos. Reclamó unión para conciliar políticas públicas y sacar al Perú adelante”.
Tranquilo y con humor. Luis Bedoya Reyes nos cuenta que suele matizar los temas prolongados con bromas y lenguaje ligero. (Anthony Niño de Guzmán/GEC)

Cuando el alcalde Luis Bedoya Reyes (LBR) diseñó el Zanjón, el Gobierno le cerró el financiamiento. Fue necesaria una novedosa arquitectura financiera para garantizar deuda con el flujo futuro de los impuestos municipales. Cuando se terminó de construir, cayó Contraloría. Revisaron hasta los viáticos de los funcionarios. Escándalo, porque las facturas no reunían los requisitos que la Sunat, 20 años después, recién establecería como estándar obligatorio.

Cuando un Niño hizo llover sobre Lima, se anegaron algunas partes. Más escándalo en la prensa, por no haber previsto un sistema de drenaje. Olvidaron que, en una ciudad en la que casi no llueve nunca, bombas extractoras son muchísimo más baratas.

La clase política alaba a LBR con razón. Pero hay que reflexionar cuántas veces ella misma lo masacró. Claro está, los actores de 1966-1972 no son los de ahora, pero la conducta sigue siendo la misma. Ayer como hoy, la lucha contra la corrupción se ensucia si no hay un interés sano en fiscalizar, sino solo se busca complicar al contrincante, tanto mejor si hay excusa para meterlo preso.

Nos lamentamos que LBR no haya sido presidente, pero fuimos nosotros quienes no lo elegimos. En 1985 preferimos a Alan García, mira tú. En esa misma época, el Senado baloteó a Javier Pérez de Cuéllar para que no sea embajador en Brasil. El mismo Senado que poco después tuvo que tragarse el sapo para aplaudirlo como secretario general de la ONU.

Cultura buitre la llaman, porque se alimenta de carroña y por eso la busca en todas partes. Frente a esta cultura, con la autoridad moral de haber sido víctima longeva, LBR reunió por su centenario a cien líderes políticos, de todas las clases. No han tenido problemas en sentarse juntos, les dijo. Y les lanzó su discurso. Hubo momentos de emoción muy grande, porque habló de los amigos que ya no están, de la soledad que eso da, de la muerte que la sabe cerca pero que no la teme.

Pero en la parte de estadista señaló las oportunidades que hemos perdido y propuso que sea la clase media el motor del desarrollo, porque tiene el instinto del éxito, el esfuerzo del convencido y el triunfo del tenaz. Veterano como es, se dio el lujo de jalar orejas a todos los políticos. Reclamó unión para conciliar políticas públicas y sacar al Perú adelante. Y, recordando sus noches de plazas, arengó. Da gusto ver tantas caras de hombres que han triunfado, ¡abramos el camino!, ¿a quiénes están esperando? Dijo, y se le quebró la voz, porque el Perú aún le duele.

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