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(Opinión) Yesenia Alvarez: Muéranse de envidia

Es manifiesto el desdén de este gobierno por los principios de integridad y transparencia que deben regir el uso de los recursos públicos y las contrataciones del Estado. Cuando desde la prensa o la ciudadanía se cuestionan irregularidades que merecen una seria explicación por parte de los funcionarios más bien este gobierno ataca, se burla y minimiza.

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Foto: PCM
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Es manifiesto el desdén de este gobierno por los principios de integridad y transparencia que deben regir el uso de los recursos públicos y las contrataciones del Estado. Cuando desde la prensa o la ciudadanía se cuestionan irregularidades que merecen una seria explicación por parte de los funcionarios más bien este gobierno ataca, se burla y minimiza.
El presidente Castillo lo hace siempre cuando subestima las acusaciones de corrupción atribuyéndoselas a fuerzas golpistas. Y lo ha vuelto a hacer Aníbal Torres que ante las críticas de que el Estado estaría favoreciendo a la empresa de su hermano, ha respondido diciendo: “Muéranse de envidia”
Sí. Ante un hecho bastante sospechoso que debería generarle vergüenza y sentir el peso de la obligación democrática de aclarar y rendir cuentas, el presidente del Consejo de Ministros ha optado por catalogar de envidiosos a quienes ejercen el derecho ciudadano de cuestionarlo.
El primer ministro busca descalificar los reclamos al gobierno porque la envidia es entendida como un sentimiento negativo, como refiere Helmut Schoeck en su libro La envidia y la sociedad: “El sentimiento de la envidia ha sido condenado en todas las lenguas y culturas, en todos los proverbios y leyendas de la humanidad. Se exhorta por doquier al envidioso a sentirse avergonzado de sí mismo.”
Y quien debería sentir vergüenza es el premier, pero busca que se avergüencen los que se atreven a reclamarle, a quienes ha encasillado de envidiosos. De victimario de la integridad trata de convertirse en víctima de la envidia de quienes lo critican. Típico intercambio de roles y manipulación de este gobierno desde el primer día.
En una democracia los gobernantes están obligados a dar respuestas coherentes al tipo de preguntas que se le hizo al jefe del gabinete, pero este gobierno ha normalizado el maltrato a la crítica y está logrando encasillar cualquier reclamo como golpista, racista, clasista, terruqueador o envidioso. Y le está funcionando porque es una forma de lograr que la ciudadanía se autocensure porque nadie quiere ser llamado con esos calificativos, en consecuencia, mejor se callan.
Un Estado como el Perú en el cual, según el Barómetro de las Américas de 2021 solo un 21% percibe que sus derechos básicos están protegidos y que en ese mismo año hemos perdido por corrupción más de 24 mil millones de soles según la Contraloría, no merece esa respuesta burlona e indolente del premier cuando le preguntan si el gobierno está desperdiciando los recursos públicos para favorecer a los suyos.
La línea fronteriza entre la envidia y el descontento legítimo es muy delgada. En un país en el que un Estado corrupto le falla a sus ciudadanos resulta bastante siniestro que el titular de la PCM busque desacreditar los reclamos calificándolos como producto de la envidia. Un capítulo más del desprecio de este gobierno hacia la cordialidad cívica y la rendición de cuentas que deben existir en una convivencia democrática.