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¿Y si viciamos el voto?
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El ganador más probable de las elecciones parlamentarias de este fin de mes será el voto inválido. Según la última encuesta de Ipsos, el 34% de peruanos se inclinaría a votar en blanco o a anular su voto el 26 de enero. Temo que el porcentaje pueda ser mayor, si tomamos como referencia las dos últimas elecciones parlamentarias, en las que la suma de votos blancos y nulos ha pasado del 23% en el año 2011 al 35% en 2016. En cada nueva elección congresal, la oferta de los partidos desilusiona más a los peruanos, a tal punto que el voto-protesta crece más que cualquier afinidad política. Ante esta situación, merece preguntarnos si viciar el voto es una alternativa sensata.
En términos generales, los partidos han presentado una pésima oferta para estas elecciones: Acción Popular prefiere jugar al muertito y, con una lista sin figuras, se agazapa en su marca de “mal menor”; Fuerza Popular ha retornado a los brazos del padre fundador, sin propiciar un giro centrífugo a su desprestigio; la creatividad del Partido Morado lo resume en partido playero; la izquierda no desaprovecha la ocasión para volver a dividirse. Así, prevaleciendo el reciclaje sobre la renovación, ¿qué alternativa queda a los electores? ¿Anular el voto? Consideremos seriamente esta opción.
Según el artículo 184 de nuestra Constitución, si la suma de votos nulos o en blanco supera los dos tercios (66%) del número de votos emitidos, se declara el proceso electoral como nulo y se convoca a un nuevo sufragio, para el que los partidos deberán tomarse más en serio su rol. Sería una lección ciudadana propia de la ficción de José Saramago (Ensayo sobre la lucidez), que no luce tan inalcanzable. Según la mencionada encuesta de Ipsos, el 34% de peruanos piensa invalidar su voto, al que se podría agregar un 17% de indecisos. Rebajar el umbral al 50%+1 de los votos emitidos puede resultar una herramienta viable para que los ciudadanos manifiesten su malestar y aleccionen a los políticos, sobre todo en un contexto de voto obligatorio. Mas, por ahora, si el voto inválido no supera el 66%, solo sirve para sobrerrepresentar a minorías. Y serán esos partidos enclenques, con listas que no conmueven ni un pelo de los ciudadanos, los favorecidos por la generosa repartición de escaños.
Debemos abandonar nuestra pueril resignación a elegir de entre la mediocridad. Ya que los peruanos no solemos tomar las calles, podemos, en todo caso, ejercer nuestro derecho al voto como una protesta. Razones tenemos de sobra. Por eso, viciar el voto puede adoptar ese sentido antiestablishment que ningún político logra capitalizar.
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