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Vivir del cuento
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El frustrado golpista Pedro Castillo ha dado una entrevista a un medio español de manera irregular, según advirtió el INPE, razón por la que se le ha abierto un proceso administrativo disciplinario.
Como refiere la institución carcelaria, este tipo de declaraciones políticas están terminantemente prohibidas para detenidos como el expresidente. Más aún en contextos de convulsión social como el que actualmente vive el país.
Puesto en escena, Castillo hace gala de un verbo y una locuacidad desconocidas hasta ahora y se explaya ante sus pusilánimes entrevistadores con su conocida narrativa de victimización, plagada de falsedades, según la cual los hechos que lo habrían conducido a la decisión de romper el orden constitucional peruano, ese infausto 7 de diciembre de 2022, eran consecuencia de una conspiración en su contra.
Castillo llega a afirmar, por ejemplo, que nunca quiso huir a México, cuando fue detenido camino a la embajada de dicho país. Y fue el propio presidente mexicano, Andrés López Obrador, el primero en repetir la especie de que el golpe que intentó –y patéticamente duró menos de una hora– era “un discurso creado por la derecha (peruana)”. Una mentira flagrante que hasta en ese aspecto, meramente anecdótico de su captura, lo pinta de cuerpo entero.
Al ser preguntado si de verdad “intentó subvertir la institucionalidad” en el Perú, contesta con un galimatías cantinflesco: “Es complicado y complejo de explicar. No se puede explicar solamente de manera política. Jamás intenté subvertir la institucionalidad peruana. Quería acercarme al pueblo”. ¿Qué otra cosa podía significar entonces disolver el Congreso y los poderes del Estado, al más puro estilo de Fujimori?
El objetivo, cómo no, es mantener en el engaño o confundir a los ciudadanos más desprevenidos que todavía lo consideran inocente o víctima de la “derecha”. Cuando en realidad se trata de un político con las mismas –y quizás peores– mañas que otros que pasaron también por Palacio y que, luego de depredar el erario a base de corrupción y autoritarismo, hoy purgan condenas o son procesados por la justicia.
El INPE no puede permitir que un reo que carga tan pesado fardo de acusaciones de coimas y sobornos, todos documentados por la Fiscalía, se dé el lujo de dirigirse a su gusto a la opinión pública internacional para propalar falacias en contra de la democracia en nuestro país.
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