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Redacción PERÚ21

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Juan José Garrido,La opinión del directorLa segunda vuelta del 2011 fue una muestra de polarización brutal. En el fragor de la campaña se formaron dos bandos (nacionalistas y fujimoristas). La percepción general es que la polarización quebró a la sociedad, y dudo que no hubiese peruano que no haya tomado partido. Pasado el calor de la lid política, hoy tenemos la cancha abierta de nuevo. Cada quien ha asumido sus preferencias originarias y es desde aquella mirada que entendemos y opinamos sobre el vaivén político. No tendría por qué ser de otro modo.

Sin embargo, quedaron ofrecimientos de aquella campaña que pareciera necesario recordar.

Como en todo escenario polarizado no es inusual que se multiplicasen las ofertas en busca de convencer a aquellos en el margen de las decisiones. Si recordamos esas semanas entre abril y mayo del 2011, es inevitable evocar las promesas realizadas, no sólo desde las bases partidarias sino desde las coaliciones formadas. Analistas, periodistas y personalidades que habían tomado partido por una u otra opción se pronunciaron en distintos medios ofreciendo todo tipo de sostenes y garantías. Algunos se autodenominaron "vigilantes" o "garantes".

Y es que ni el candidato nacionalista ni la candidata fujimorista convencían a la mayoría de los peruanos: en conjunto, Ollanta Humala y Keiko Fujimori sumaron casi 48,5% de los votos emitidos (55% de los votos válidos).

Es así como se formaron las coaliciones: cada bloque se articuló en base a un núcleo duro (el electorado de primera vuelta), un segundo anillo (constituido por aquellos claramente opositores a una de las dos ofertas), y un tercer anillo, donde se encontraban los votos sueltos.

En este contexto, tan impropio para la búsqueda de un consenso o acuerdo que beneficie a todos, tuvo lugar la segunda vuelta. No hubo ni reparos ni límites: no existió líder de opinión ni medio que no tomase posición y, por la vorágine del proceso y del ecosistema creado, no faltaron los epítetos de todo calibre ni el uso de formas ilegales ('chuponeos' bien calculados, al igual que en la campaña edil del 2010).

¿Qué ha pasado después de tres años? Para empezar, la polarización se mantiene casi intacta. Pasada la crisis de la juramentación, cuando el Presidente Humala y sus principales voceros amenazaron con una vuelta a la Constitución de 1979, ambos espacios convergieron hacia una propuesta del mandatario: el "crecimiento con inclusión". Los temores, reflejados en la bolsa de valores y la economía, poco a poco se alejaron y la popularidad del mandatario llegó a niveles insospechados.

Las promesas realizadas en los meses previos a la segunda vuelta se esfumaron y los intereses empezaron a copar el espacio dejado. Los medios pro-nacionalistas criticaron la traición del mandatario al cambiar de equipo y modelo político-económico. Y mientras el gobierno mantenía tranquilo a un sector importante de los empresarios, las principales instituciones fueron poco a poco copadas sin que los llamados a "vigilarlo" dijeran ni pío. Por el contrario: se dedicaron (y muchos aún se dedican) a protegerlo, minimizando aberraciones abiertas (como las cuestionadas mega-inversiones y los distintos conflictos de interés) e incluso apañando corruptelas monumentales (como el todavía por explicar caso López Meneses).

Todo esto empeoró a partir de la intromisión del mandatario en las diferencias empresariales entre dos grupos mediáticos: mientras uno de estos se ha convertido en un pasquín oficialista, al otro se le achacan todos los males oficialistas, como si las órdenes de cuidar la famosa calle de Surco o la putrefacción de las principales instituciones fuesen parte de un contubernio.

Y así, a menos de dos años del final del mandato, la bruma espesa y todo puede tener sentido. ¿Podemos esperar algo de estos "vigilantes"? Esperamos que sí, pero todo apunta a que no. Están tan involucrados en sus propias apuestas y tan identificados con sus intereses que no existe espacio para la crítica o duda.

Mientras, el gobierno prosigue actuando de manera cuestionable. Vistas así las cosas, ese apoyo presidencial terminó siendo muy propicio, ¿verdad?