Vendetta palaciega

“Y esto último fue quizás lo que más molestó al jefe de Estado, quien, haciendo uso abusivo de sus facultades, cortó de un plumazo la carrera de un alto oficial que desde el GEIN se enfrentó y combatió a Sendero Luminoso con firmeza y profesionalismo”.
Vendetta palaciega

La destitución del general PNP Vicente Tiburcio de la Comandancia General de la Policía, con menos de cuatro meses de gestión, tiene el mismo tufo de venganza de cuando el presidente Pedro Castillo echó al general José Vizcarra de la Comandancia General del Ejército por no acceder al ascenso de dos recomendados suyos.

En el caso de Tiburcio, como se explicó ayer en Perú21, la represalia es evidente. El general, con 35 años de experiencia y trayectoria intachable, se enfrentó al premier Torres luego de que este cuestionara a la PNP en una emisora colombiana, salió en defensa del jefe de la Dircote cuando este fue atacado por Vladimir Cerrón y dispuso que se dé una alerta roja a Interpol para la ubicación y captura del exhombre fuerte de Palacio, Bruno Pacheco, y del sobrino del presidente, Fray Vásquez Castillo.

Y esto último fue quizás lo que más molestó al jefe de Estado, quien, haciendo uso abusivo de sus facultades, cortó de un plumazo la carrera de un alto oficial que desde el GEIN se enfrentó y combatió a Sendero Luminoso con firmeza y profesionalismo. Ha sido tan mezquina y repudiada –en la propia institución policial– la decisión de Castillo que el mismo día que se despedía, Tiburcio fue reconocido por el Gobierno de EE.UU., a través de su embajada, por su aporte a la lucha contra el crimen transnacional.

No conviene olvidar tampoco que, gracias al rigor y la sagacidad de este oficial, se pudo terminar de desmontar y capturar a buena parte de los cabecillas de la red mafiosa Los Dinámicos del Centro.

Como bien hizo notar Carlos Morán, exministro del sector, “es inconcebible que un gobierno –que ni siquiera cumple un año de gestión– haya relevado a tres jefes de la PNP. Es un golpe a la institución porque el cargo normalmente dura dos años, pero cuando se cambia, permanentemente, hay una desmoralización en las fuerzas”.

Los desatinos presidenciales parecen no tener límite. Al debilitar el liderazgo policial, flaco favor se le hace a la lucha contra la inseguridad ciudadana o a la defensa del orden público, ante el aluvión de conflictos sociales que vive el país, por decir lo menos. Otra vez, los oscuros intereses de la camarilla palaciega por encima de los del Perú.

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