No volveremos a ser lo que fuimos
No volveremos a ser lo que fuimos

A medida que las tensiones se aflojan, la memoria colectiva parece relajarse peligrosamente.

En España, hemos vuelto a una cierta normalidad, pero muchos siguen sin entender lo frágil de la situación. Saltan los rebrotes. Asusta ver que surgen los contagios allí donde las reuniones (laborales, lúdicas, familiares) se hicieron sin respetar las reglas establecidas.

La cifra diaria de muertos es mínima. Pero es. Ni una sola de esas muertes está justificada. Habría podido evitarse. Esto es lo que hay que entender. La frivolidad o la imprudencia de algunos les convierte, más que en enfermos, en vectores de contagio, poniendo en peligro al resto de la sociedad. Porque el mal (¿habrá que grabarlo con sangre?) no está acabado. El peligro sigue acechando.

Si los peores presagios se cumplieran, ¿estamos preparados para afrontar un rebrote?

Dicen los sanitarios que, psicológicamente, no están preparados para resistir un nuevo embate.

En cuanto a la economía, un nuevo frenazo podría llevar al mundo entero al peor de los escenarios posibles. El FMI no se cansa de repetirlo.

Por todas estas razones, convendría estar atentos y ser diligentes. No tienen derecho a olvidar quienes han superado (o eso parece) lo peor. Y quienes siguen bajo el yugo de la pandemia están a tiempo de sacar consecuencias de las lecciones aprendidas. Si hay alguna, es que la política de salud pública es vital. A ella compete planificar y ser capaz de anticiparse a lo peor. No nos puede agarrar de nuevo, con el pie cambiado, un posible rebrote. Sería letal, y no precisamente en sentido figurado.

Hay que empezar a ver lo que de una forma u otra nos empeñamos en no ver: que los parámetros han cambiado. Que en verdad no volveremos a ser lo que fuimos.

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