/getHTML/media/1238503
Rubén Vargas sobre inseguridad: "Se necesita inteligencia no estado de emergencia"
/getHTML/media/1238497
Gilmer Meza de Sutep Lima: "Ministro de Educación -Morgan Quero- debería de renunciar"
/getHTML/media/1238485
Alfonso Bustamante CONFIEP sobre inseguridad: "No hay liderazgo, hay ineficiencia"
/getHTML/media/1238306
Mariana Costa de Laboratoria habla sobre sus encuentros Obama y Zuckerberg en La del Estribo
/getHTML/media/1238304
Los mejores libros del siglo XXI según The New York Times | Biblioteca de Fuego
/getHTML/media/1238303
¿Cementos y fútbol femenino? Gabriel Barrio de Unacem en Marcas y Mercados
/getHTML/media/1238207
118 mujeres han sido víctimas de feminicidio en lo que va de 2024
/getHTML/media/1238198
Lo último: allanan la casa de 'Chibolín'
/getHTML/media/1237508
Hugo de Zela sobre viaje a EE.UU.: "Se intentó explicar al Congreso, pero Dina no quiso"
/getHTML/media/1237506
Abraham Levy: "Hay mucho desinterés sobre los incendios forestales"
/getHTML/media/1237484
Darío Sztajnszrajber, filósofo: "Aprendamos a vivir el amor también con sus sombras"
PUBLICIDAD

Sebastián Salazar Bondy: La luz tras la memoria

“El Perú de las décadas del 40 y 50 era un medio muy poco propicio para el desarrollo de las artes y la literatura”.

Imagen
Fecha Actualización
Escritor

Con este hermoso título, La luz tras la memoria (Lápix, 2014), se han reunido en dos volúmenes los artículos periodísticos sobre literatura y cultura de Sebastián Salazar Bondy, en homenaje por los 90 años de su nacimiento. Esta feliz apuesta de los editores y, en especial, de Alejandro Susti, quien, al realizar una tarea encomiable, al investigar y rescatar el material disperso del autor, recupera la figura de uno de los mayores representantes de la Generación del 50, notable no solo por sus aptitudes literarias, sino por su rol de animador cultural. Como bien ha señalado Vargas Llosa, en un país donde todo contradecía la vocación del escritor, Salazar Bondy fue un "ejemplo centelleante" que impulsó a muchos jóvenes a abrazar ese oficio, aun cuando ello pareciera una quimera.

El Perú de las décadas del 40 y 50 era un medio poco propicio para el desarrollo de las artes y la literatura. Por ello, muchos de sus compañeros de ruta se empeñaron en buscar otros horizontes, como fue el caso de Eielson, Szyszlo, Varela, Ribeyro, Sologuren, Loayza y Vargas Llosa, que emigraron a Europa. Salazar Bondy no cruzó el Atlántico (lo haría unos años después, a raíz de una beca que lo llevaría a Francia), pero se trasladó a Argentina, donde vivió la efervescencia creativa de Buenos Aires durante un lustro. Al retornar a Lima, en 1952, desplegó una infatigable labor, como si se hubiera prometido hacer todo lo posible por llenar ese vacío cultural que atenazaba a la ciudad. Y lo hizo, primero en el ámbito del teatro, como dramaturgo y crítico, y luego como periodista cultural, lo que lo convirtió en una de las plumas más influyentes de su tiempo.

En realidad, Salazar Bondy fue un escritor con múltiples intereses y estaba dotado con un talento para todos los géneros. Comenzó como poeta y, junto con su pasión por el teatro, cultivó el cuento (sus libros Náufragos y sobrevivientes y Pobre gente de París se sitúan dentro del movimiento de renovación de la narrativa peruana) y el ensayo (Lima la horrible es una de las aproximaciones más lúcidas e implacables que se han hecho a la problemática de la capital). Y, por supuesto, fue un periodista de polendas, uno de los mejores en la historia de la prensa nacional, diestro no solo para la crítica literaria y artística, sino también para el comentario político. Como se sabe, Salazar Bondy falleció prematuramente, a los 41 años, en 1965. Según la leyenda, murió cuando escribía una crónica en la revista Oiga. De acuerdo con su amigo Paco Igartua, el director, expiró de un paro cardiaco justo cuando terminó esta frase: "Qué linda sería la vida si tuviera música de fondo".