Mientras todos hablan sobre las planchas presidenciales y los repentinos cambios de bando de actores políticos como Susana Villarán, la actividad de los narcotraficantes y sus operadores se incrementa de modo alarmante.
Un informe de La República publicado el miércoles último relata cómo "'Caracol' sacaba droga del Vraem en naves militares", a partir de la transcripción de una conversación telefónica interceptada por agentes antidrogas. En esta, un miembro de la banda de 'Caracol' le dice a su interlocutor, a propósito de un tercero: "Él es el que se encarga de sacar las armas, porque él está en actividad aquí, en Lima. Él se tercea (roba) las armas. (…) su tío dice que trae de allá del Vraem lo que decomisa la droga. Lo trae en helicóptero acá (…), al cuartel de acá de Lima y con carro oficial del Estado ¿ya? Del cuartel te lo dejan en la puerta de tu casa, la 'merca' (droga), mano".
Una lectura que alarma, porque muestra que el país ya no se divide solo entre el "Perú oficial" y el "profundo"; hoy existe un Perú legal y uno ilegal, imbricados y atravesándose, creando intersecciones perversas y cruces operativos impensables hace pocas décadas: del lejano Vraem al cercanísimo puerto del Callao ¡utilizando helicópteros militares!
Una gran cadena de producción, distribución y traslado que une legalidad e ilegalidad, a miembros de instituciones legales con organizaciones criminales. ¿Los eslabones? Campesinos productores de coca, compradores que acopian, fabricantes de cocaína en el valle, redes de narcos locales y narcos transnacionalizados con su base de operaciones en el puerto.
¿Cuán preocupados están los candidatos de este tema crucial? Para comenzar, ¿qué están haciendo que garantice que no habrá candidatos narcos en sus planchas ni en sus listas parlamentarias? ¿Cómo están controlando que no ingrese dinero lavado? Porque lo cierto es que, si no se hace de esto una bandera de lucha, la batalla se perderá definitivamente.