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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Hace unos años escribí un artículo por el que me gané varias enemistades. Allí decía que la reivindicación del movimiento indígena les correspondía principalmente a los indígenas, no a los indigenistas. Me apoyé, ciertamente, en los ensayos de Mirko Lauer y Carlos Franco –escritos mucho antes– en los que diseccionan el voluntarismo de la burguesía ilustrada del siglo XX, esa que necesitó hacer suyas las demandas de la población indígena imaginada como el verdadero fundamento de la nación peruana. Lo mío fue un esfuerzo personal por romper con parte del paternalismo de izquierdas con el que me formé en mis años universitarios. Ahora redescubro que me quedé corto en aquella crítica.

Hace un par de años recibí la visita de un viejo amigo, Enrique Herrera. Me sorprendió que me llamara pues lo poco que sabía de él es que andaba internado por casi una década en las zonas más remotas de Bolivia. Kike estaba de vuelta, venía de Francia tras obtener el doctorado en Sociología en La Sorbona con un estudio teórico valiente y rigurosamente etnográfico. Dado que su tesis tiene conclusiones demoledoras, él no estaba seguro de que fueran bien recibidas en estas tierras. Yo tampoco.

Su tesis va contra el sentido común de gran parte de nuestro establishment intelectual. Sostiene que: i) la etnicidad es siempre una invención, ii) la reivindicación étnica por parte de las comunidades rurales suele ser un acto instrumental en busca de legítimos beneficios que por vías regulares son difíciles de alcanzar, y, iii) las políticas estatales que buscan proteger a los indígenas no son el resultado de demandas sociales sino, por el contrario, estas políticas generan demandas que suelen activar ciertos esencialismos culturales.

Si bien el estudio se aplica a un país vecino y cuestiona parte de los fundamentos ideológicos del gobierno de Evo Morales, también resulta necesario para revisar varias décadas de esfuerzos indigenistas en América Latina. Sin embargo, el principal cuestionamiento que nos propone tiene que ver menos con el proteccionismo de nuestros populismos y más con lo que ellos han generado: un sistema de perversiones institucionales (estatales y civiles) que, lejos de resolver los problemas históricos de la población rural, los encapsulan con mecanismos de discriminaciones positivas que limitan, paradójicamente, el ejercicio de su propia ciudadanía. El problema, entonces, no es el paternalismo ideológico sino la institucionalidad que provoca.

El martes 10 de mayo (7 p.m.), en la Alianza Francesa de Miraflores, se presentará el libro de Herrera. Se trata de un estudio basado en una profusa experiencia de campo acompañando a los tacana del norte amazónico boliviano y en una lectura crítica de las políticas públicas multiculturales de nuestros atolondrados países.