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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Ya viene el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, y yo pienso en una, en mi mamá. Qué no ha hecho mi mamá. Abrió un restaurante en Puente Piedra donde vendía anticuchos. Abrió una licorería en la avenida Canevaro, que tuvo que cerrar después de un asalto a mano armada. Se dedicó a traer maletas repletas de Argentina y Miami para convertir la casa en una boutique. En otra época hizo movilidad escolar. Pero lo suyo siempre ha sido su peluquería de Lince. Allí sus clientas son sus hermanas o sus compinches. Mi hija dice que sé cortar uñas y desenredar pacientemente el pelo porque su abuela es una gran peluquera. La conoce bien.

Mi mamá me dijo, en mi adolescencia, que no debía tener vergüenza de barrer la puerta de la quinta, que vergüenza deben sentir los que roban. Mi mamá siempre dijo "yo voto por mi trabajo" y lo sigue diciendo. A fines de los ochenta, con la familia y el país quebrados, ella nos sacó adelante. Para construir la casa de Maranga hicimos una pollada: "hagamos eso que haces adonde te vas a hacer política", me dijo.

Fue una lección de cómo el activismo debe comenzar por casa. Todos mis amigos fueron hermosamente solidarios y pueden dar testimonio de que los pollos con sabor a anticucho fueron un éxito.

Yo creo, como mi mamá, que el trabajo es la actividad que define nuestra identidad y le da sentido a la vida.

Mi mamá siempre practicó una equidad básica entre sus hijos: de un Sublime, tres Sublimes. Cuando voy a contarle cosas duras, mi mamá ya sabe lo que me está pasando ("yo te he parido, Sandro"). Y me aconseja con sabiduría, siempre. No es perfecta: todavía fuma, aunque a escondidas para que sus nietos no la ampayen. Pero la ampayan. Se molestó porque no la dejé bañar a mis hijos recién nacidos, pero no debió molestarse porque ella me enseñó a ser un papá afanoso.

A mí me gusta decir que tengo las manías de mi mamá: limpio mil veces al día, lavo los platos mientras los demás están en la sobremesa, reniego más de la cuenta, no aguanto las malacrianzas de los chicos, en fin, soy su astilla. Cuando abrazo a mi mamá, a veces se queda paralizada. Tal vez porque creció mimada pero poco abrazada. Y lloramos juntos. Mi mamá no se define como feminista pero está claro que siempre fue una mujer valiente e independiente. Es fuerte y amorosa. Es de roble y algodón. Yo quiero mucho a mi mamá.