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Sandro Venturo: El mismo cuento con los mismos actores

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Fecha Actualización
Estas elecciones no son necesariamente más caóticas o disparatadas que las anteriores. Bien visto, se trata de los mismos actores –y los mismos libretos– de las últimas tres décadas (desde cuando el fujimorismo canceló a los "políticos tradicionales" que llevaron al país a la larga crisis de finales del siglo pasado). Hasta los outsiders nuevos siguen el estilo voluntarista de los antiguos outsiders.

Si seguimos muy de cerca el caos electoral, es razonable que perdamos la perspectiva, pues todos los días las noticias nos ofrecen sorpresas y carambolas. Pero si uno tuviera que resumir cuál es la agenda que está en debate actualmente, acaso nos podríamos quedar con dos puntos.

Por un lado, se ha dicho que la gente está –nuevamente– cansada de los políticos que representan el statu quo. Eso explicaría por qué la bandera de la experiencia que enarboló la Alianza Popular no haya pegado en el pueblo. Y también explicaría el surgimiento de las olas que representaron César Acuña, primero, y Julio Guzmán, después. Los ciudadanos están demandando nuevos liderazgos que empujen las grandes pendientes del crecimiento económico (inclusión, seguridad, educación, salud, etc.). Los electores no están contra el "modelo", de allí que ningún candidato lo cuestione, ni siquiera el Frente Amplio que, en jerga de izquierda, resulta más reformista que revolucionario (ver su plan de gobierno).

Por otro lado, a esta altura de las elecciones, se evidencia algo que algunos politólogos vienen subrayando hace tiempo. En el Perú las fuerzas políticas más relevantes son el fujimorismo y antifujimorismo. Tanto el voto duro a favor de Fujimori como su antivoto lo evidencian. También lo evidencia la vitalidad de las recientes manifestaciones callejeras que el 5 de abril alcanzarán seguramente su máxima expresión (ojalá sin violencia). En estos días la disputa por el segundo lugar se viene jugando una carta que todos los estrategas se estaban guardando para la segunda vuelta: aglutinar al centro y a la vez ganarse el respaldo interesado del antifujimorismo.

Estos dos asuntos tienen, por último, un fuerte componente ético. Acaso debido a que el debate electoral gira en torno a personajes, no a propuestas. Es lo que toca en un sistema político venido a menos como el nuestro, donde carecemos de referentes programáticos claros y organizaciones políticas más o menos fuertes.

Este personalismo se agrava con el estilo del periodismo actual, esclavizado por el lenguaje del reality y la necesidad de tratar la vida pública como si fuera vida de farándula. Que recuperemos la mención a los "políticos tradicionales" para entender estas elecciones y que Keiko vaya primera, aunque no gane finalmente, demuestra que los gobiernos democráticos posfujimoristas fracasaron rotundamente. Así estamos. Aquí estamos