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Sandro Venturo: César Acuña: De la mentira al dolo
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¿Por qué algunos consideramos injustificables los plagios de César Acuña, el promisorio candidato a la presidencia, el político regional exitoso, el imparable empresario de la educación popular? Para responder esta pregunta les propongo una amigable comparación.
Hubo en Nueva York un alcalde que acabó con la invencible inseguridad ciudadana siguiendo un principio simple. Él decía que para acabar con la delincuencia mayor había que comenzar por la menor. Entonces la policía hacía redadas y detenía a quien orinaba en la calle, o se saltaba la reja para no pagar pasaje en el metro, o se metía contra el tráfico unas cuantas yardas, o rompía por diversión algunos elementos del ornato como los teléfonos públicos, entre otras, digamos, travesuras cívicas. Pero dentro de ese inmenso y casual grupo de detenidos se encontraban por lo general peligrosos delincuentes. El alcalde demostró que, así como una mentira lleva a otra, una pequeña falta recurrente lleva progresivamente a otras de mayor calibre. Solo había que seguir la madeja.
Lo de César Acuña parece responder a esta probable secuencia. Plagiar una tesis de maestría o de doctorado no es un chiste escolar, es un acto de deshonestidad sumamente grave. Una tesis no es un trámite burocrático, es el testimonio de un logro que se consigue con trabajo duro y sacrificado. Y publicar el libro de su profesor como suyo es un robo. No hay medias tintas. César Acuña no es un empresario vinculado a una actividad productiva cualquiera, es precisamente la cabeza de un emporio de universidades, así que el daño moral y simbólico es incomparable.
En estos días su caso lo ha trascendido, mostrando lo peor de nosotros. Personas que pensábamos honorables siguen todavía a su lado a pesar de las evidencias de dolo. Y otras, no menos desfachatadas, han querido minimizar estos hechos. Cuando se descubrieron los primeros plagios hubo quienes decían que eso no afectaría su popularidad, sino inclusive podría incrementarla, porque el plagio es una preocupación de la "burguesía ilustrada". Peor aún, decían que evidenciar esa "trampita" podía aumentar su capacidad de representación en los sectores informales e ignorantes. Una vergüenza.
Veremos qué nos dicen las próximas encuestas. Hernán Chaparro de GFK nos recordó que hace unos meses preguntaron a los encuestados qué entendían por deshonestidad en un político. La gran mayoría de ciudadanos manifestó que el engaño les resulta imperdonable. No cumplir con la palabra empeñada, siempre ha sido castigado por la ciudadanía. Las respuestas de César Acuña a cada una de estas acusaciones han sido deplorables. No tiene palabra, ni oral, ni escrita.
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