notitle
notitle

Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

El desarrollo psicológico terminaba a los 18. Los investigadores se dedicaron a la primera década, algo por el lado de la pubertad, pero, sobre todo, a los primeros 6 años. Como si el cerebro y la mente se pasmaran luego y vivieran en adelante de la inversión inicial.

Hoy sabemos que, siendo muy importante, el lustro inicial no lo determina todo, que somos resilientes —no irrompibles, pero tampoco, como lo quiere la moda actual, mírame y no me toques— y, sobre todo, que el cerebro no deja de desarrollarse, cambiar y recablearse hasta el final.

Los humanos nos definimos por el abordaje de dos tareas esenciales: criar hijos e insertarnos en el mundo laboral. Digamos que alrededor de medio siglo, más o menos. Son nuestra principal fuente de identidad y pertenencia, para la que tenemos respuestas y propuestas sin fin. Luego, hasta hace no demasiado tiempo, nos moríamos. De hecho, el promedio de expectativa de vida hacia 1950 era 46 años.

De todas las revoluciones que ha producido y sufrido nuestra especie, la más reciente y para la que la mente está menos preparada es la demográfica. En 1950, los mayores de 60 años constituían el 8% de la población mundial total, hoy el 12% y en el 2050 serán el 22%.

Veinte años más, quizá 30, sin potitos que limpiar ni tarjeta que marcar. ¿Cómo van a definir su identidad las personas que estarán en esas circunstancias? Sexo, capacitación, diversión, salud, finanzas, trascendencia, espiritualidad, ciudadanía, productividad, consumo, muerte. Son algunas de las áreas en las que dos mil millones de congéneres que hubieran ocupado cementerios nos esperan con preguntas que, por ahora, nadie sabe contestar.

Visita el blog