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Redacción PERÚ21

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"Mamá de todos, siempre escuchando y resolviendo, le estoy dando leche a mi chiquitín y mi madre llama para alguna consulta", afirma cansada una profesional con habilidades ejecutivas, que camina sobre la cuerda floja mientras hace bailar palitroques sin que ninguno caiga.

Roma, entre otras cosas, inventó el ejército profesional. Sus soldados, individualmente, eran de menor tamaño y arrojo que muchos de sus enemigos. Colectivamente salieron victoriosos durante siglos. Desarrollaron procesos tácticos, que practicaban una y otra vez y aplicaban en el campo de batalla. Tenían disciplina.

Por ejemplo, los soldados de la primera línea, los que chocaban contra el enemigo, luego de un tiempo, al sonar de un silbato del oficial encargado, eran reemplazados por los de la segunda línea. Podían estar luchando con ganas, no estar tan cansados, pero cedían el paso a sus compañeros, y así sucesivamente.

Si alguno se abalanzaba con coraje sobre el enemigo y se adentraba en sus filas eliminando a muchos, no era considerado un héroe, era un transgresor que traicionaba y ponía en peligro al grupo. Quien pasaba a la segunda línea cuando la señal lo ordenaba no era un cobarde, ni se sentía culpable, era parte de un todo dueño de la victoria.

Muchas veces no somos capaces de establecer procedimientos —cuando doy la leche no recibo llamadas—que nos pongan en la segunda línea y sentimos cualquier paso atrás como una deserción. Mientras tanto, nos desgastamos, sentimos que damos mucho más de lo que recibimos, perdemos eficacia, dejamos de priorizar y terminamos perdiendo en todos los frentes.