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Roberto Lerner: ¿Novedoso o conocido?
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Estamos en tiempo de decisiones. Aunque todos nos alegramos de poder elegir, optar, sobre todo cuando hay exceso de oferta, no es algo en lo que nuestra mente se embarca alegremente. Es costoso en términos de energía: hay que sopesar las alternativas. Cuando se trata de algo importante, como quiénes van a regir nuestros destinos, a menos que no seamos militantes, siempre queda la duda, la angustia y la incertidumbre.
¿Novedoso o conocido?, parece ser un eje crucial en estos comicios. En este medio opiné que, cuando los veteranos forman sucesores, no herederos, se trata de un falso dilema. En ese caso —desgraciadamente no es el nuestro— los aparentes opuestos se reconcilian en la renovación. Cuando esta es imposible, un porcentaje importante de los electores se anima por la novedad o quienes se oponen a lo conocido.
¿Por qué?
Porque los humanos somos curiosos y un número significativo entre nosotros huimos del aburrimiento. Como cuando pasamos mucho tiempo sentados, sentimos alfileres en el trasero y necesitamos movernos, solo que trasladado a nuestra mente. Especialmente si sentimos que alguien nos está inmovilizando o nos quiere convencer de que mejor seguimos en la misma posición.
La curiosidad, contrariamente a lo que muchos piensan, tiene que ver, sobre todo, con lo conocido, no con lo desconocido. Algo conocido, pero que creemos y esperamos que puede ser mejor si viene de otro lugar o está encarnado en otra persona. La novedad es, sobre todo cuando se excluye la renovación —por ausencia de grandeza en los veteranos o sistemas de reglas sesgados—, en sí misma un premio, independientemente de los resultados que tenga en la realidad.
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