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Roberto Lerner: El lado oscuro de las redes
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Las redes sociales vienen jugando un papel indudable en el proceso electoral. Un síntoma: poca propaganda en medios masivos convencionales. Despreciadas como lujo de ricos y campo de juego de minorías tecnológicamente cultas, han sido relevantes.
Instrumentos de comunicación instantánea; fuentes de información y desinformación; espacios de debate y agresión; origen de predicciones catastróficas y anuncios de salvación, trinos, retrinos y posteos electorales recorrieron con pasión el espacio virtual peruano.
¿Contribuyen al espíritu democrático, contrastación de ideas, aceptación de diversidad y tolerancia, reflexión programática?
No necesariamente.
Las elecciones tienen que ver con las condiciones de vida de las personas, que esperan mejorarlas con sus votos. Pero la mente define su bienestar por comparación. Ser testigo en tiempo real de miles de vidas ajenas tiene un efecto interesante: intensifica la sensación de que los demás están mejor que uno. Al mismo tiempo, se consolida la convicción de que uno es mejor que los demás.
Al final, se instala en las personas el convencimiento de que alguien, cuyas intenciones son malas, causa nuestro menor bienestar relativo y nuestro probable futuro malestar. Se produce un estado de ánimo colectivo tóxico.
En lugar de promover valores democráticos, las redes básicamente refuerzan nuestras convicciones, simpatías y animadversiones. Cuando encontramos a los que tienen opiniones diferentes, los atacamos y condenamos sin matices. El alcance de las redes es global, pero sus habitantes son, mentalmente hablando, profundamente provincianos, parroquiales y monotemáticos. En promedio, claro.
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