El regreso del Caballo de Troya

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Hace dos semanas, el partido de izquierda radical Syriza, arrasó en las elecciones griegas. Lo consiguió con tres promesas electorales que en realidad son tres sofismas del tamaño del templo de Zeus. La primera, que Grecia dejaba atrás la austeridad, como si un país arruinado tuviera la opción de no ser austero. La segunda, que Grecia iba a conseguir una gran "quita" en su deuda externa, como si sus acreedores fueran los "odiados" banqueros o bonistas, cuando en realidad a quien más dinero deben es a otros países de la zona euro, algunos de los cuales –como Italia, España y Portugal– sufren sus propias penurias. Quita ya la tuvieron en 2011 cuando los bonistas tuvieron que aceptar un descuento de más de la mitad. Y el tercer sofisma, que podían negociar ambas metas con los países acreedores sin poner en riesgo su permanencia en el euro, cuando lo cierto es que no tienen ningún poder de negociación.

Dos semanas de gobierno y los griegos siguen retirando sus euros de los bancos, que se están quedando sin dinero; y sin recurso al Banco Central Europeo, que ya les ha alertado de que no habrá liquidez a cambio de bonos (griegos) basura sin el sustento de un programa viable. Así que, si el Gobierno no opta por la sensatez y las reformas, queda a los pies de los caballos, ante el terrible dilema de o (1) corralito y mayor austeridad o (2) vuelta al dracma, farra monetaria e hiperinflación.

Pero ¿puede Grecia pagar su deuda de 175% del PBI? Esa es la engañosa cifra periodística que, en términos actuariales, se reduce a 70% del PBI, ya que el grueso son fondos de rescate a tasas de interés subsidiadas y plazos largos. La carga de los intereses es 4% del PBI, similar a la de Italia, España e Irlanda, países que han contribuido a los fondos de rescate para Grecia.

Parecía que, finalmente, la situación griega empezaba a remontar. En 2014 la economía volvía a crecer, el desempleo a caer, y las cuentas con el exterior salían de números rojos. Nada espectacular pero cambio claro de tendencia. Y en eso llegó Syriza, cuya verborrea tramposa se resume en que "las promesas electorales a costa del dinero de terceros no son realistas", como le espetó el miércoles el ministro alemán de finanzas, Wolfgang Schäuble, a su homólogo griego, el impetuoso Yanis Varoufakis.

Alguien debió recordar a los electores griegos aquel "timeo Danaos et dona ferentes" de la Eneida ("ojo con los griegos cuando llegan con regalos"). En esta nueva versión del Caballo de Troya, son los de Syriza los infiltrados en sus lomos. Grecia 2015 como Perú 1985, realidades calcadas. Nada nuevo bajo el sol.

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