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Reformas electorales: ¿reflejo de traumas?

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Fecha Actualización
Tal parece que las llamadas reformas electorales no son otra cosa que el reflejo de los traumas que algunos políticos y congresistas han sufrido últimamente. Esto, lamentablemente, no los deja ver más allá de las amargas experiencias.

Haber perdido elecciones regionales o municipales, o no haber logrado que sus candidatos les ganen a presidentes regionales o alcaldes en ejercicio los ha frustrado tanto que —para que sus candidatos tengan éxito en el futuro— buscan cerrar la posibilidad de que otros repitan el plato, aunque sean buenos y estén haciendo las cosas bien.

La excusa es que así no se generará corrupción. Ilusos. Porque el corrupto postula porque los requisitos se lo permiten. Y una vez en el cargo, si quiere robar, lo va a hacer desde el primer día. Y esto porque los organismos de control no son capaces de detectar la corrupción, aunque toda la ciudad o la región la conozcan y la denuncien públicamente.

Señalar los casos recientes de Áncash, Cajamarca, Tumbes o Chiclayo como argumento para prohibir la reelección es generalizar sin sustento. Si esos casos se dieron, es porque varios —arriba y en los organismos encargados de fiscalizar— se hicieron "de la vista gorda" a pesar de todo lo que todos sabían y denunciaban.

Haber perdido congresistas en sus bancadas —hasta llegar al extremo de quedarse con la mitad de los votos— los está llevando a tratar de establecer mecanismos y sanciones para que no los dejen, aunque los descontentos se mueran de ganas de irse.

¿Por qué hay que obligar a alguien a quedarse cuando no lo quiere? Si se van, es porque algo está mal en la bancada o en el partido. Y si se van porque son unos pillos o muy vivos, es porque los partidos o los movimientos no supieron escoger bien a sus candidatos, y ficharon a desleales. ¿Prefieren quedarse con ellos dentro de sus casas políticas? Muchos les abrirían las puertas para que se vayan.

Las reformas hay que pensarlas en frío.