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Quema de muñecos

La noche de Año Nuevo, en el Perú, se romperá el récord de quema de muñecos. Y bien merecido se lo tienen.

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Fecha Actualización
“Este fin de año ha traído una demanda sin precedentes”. Así comentaba Jorge lo que ocurre en su tienda. En ella vende, entre piñatas y decoraciones para fiestas, muñecos con caras conocidas destinados a ser quemados a fin de año.
“Nunca había visto nada parecido…”, sentenciaba con entusiasmo, “…un señor me compró el otro día una docena de muñecos distintos. Antes cada cliente compraba uno, máximo dos. Ahora compran varios. Dicen que hay demasiado que quemar”.
La compra de parejitas es muy popular: Alejandro Toledo con Eliane, Ollanta con Nadine, Keiko con Mark.
Se suma una lista interminable: Alan García (que incluye en el precio el flete del camión para el delivery), PPK, Susana Villarán, Yoshiyama, Oviedo, Chávarry, Marcelo Odebrecht, Barata, hasta el mismo Vizcarra. Y la lista continúa.
La innovación no se queda atrás con interesantes paquetes a precios de rebaja.
Para los sofisticados, Manuel, un competidor de Jorge, ha diseñado un inmenso castillo, que incluye 30 personajes que van reventando en una interesante secuencia. Para darle un toque internacional, el último en reventar en la cima del castillo es el mismísimo Donald Trump.
También ofrece el paquete fujimorista, en el que los muñecos se disparan fuego entre sí y la secuencia termina con Luz Salgado y Salaverry quemándose mutuamente. Otro paquete popular es “El Congresito”, en que quemas a todos los parlamentarios en una réplica a escala del hemiciclo.
El público hace cola para arrancharse los muñecos más populares. Marcos, un cliente, declaró: “Me estoy gastando la mitad de mi grati en muñecos, pero no conseguí el de Alan. El modelo en el que sale disparado por la ventana de la embajada de Uruguay justo antes de explotar se ha agotado”.
Julio explica por qué hace cola: “Tenemos que desahogarnos después de todo lo que nos han hecho. Lincharlos no es muy civilizado. Quemar muñecos es una metáfora de la justicia. Nos permite reivindicar simbólicamente un poquito el honor del país”.
Martin Tabern, un renombrado psicólogo social y profesor de la Universidad de Edimburgo, analiza así el fenómeno: “La quema de muñecos es una alegoría. Solía ser asumido como un acto de humor. Pero el fenómeno peruano es diferente. Representa una tremenda frustración, sin precedentes en la historia, contra toda la clase política. La apabullante demanda de muñecos para quemar es una desviación de la esperanzada demanda original por buen gobierno y transparencia. La demanda se sustituye por el deseo de destruir a todos los políticos. Es, a fin de cuentas, expresión de desesperanza e impotencia. Pero si se llega a hacer justicia, el símbolo se volverá realidad y la esperanza en un país mejor renacerá”.
Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Mi deseo: que al final de 2019 se reduzca la demanda de muñecos.
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