Hace años trabajo en Fiscalización, garantizando el orden en la vía pública, controlando que los establecimientos formales cumplan con sus obligaciones para cuidar a la gente.

Pero también he perseguido a las personas que venden en la calle sin autorización y, de verlas todos los días, las conozco muy bien. Sé que viven del día a día y es por ellas mi preocupación. El orden es una moneda de dos caras. Una cara es la represora, que está a cargo de fiscalización municipal, y la otra es la promotora, que está a cargo de desarrollo económico.

Terminada la cuarentena, millones de ambulantes saldrán desesperados a las calles a recuperar lo que no han podido ganar en el tiempo de aislamiento social obligatorio. Por eso, después de la encerrona, tenemos que pasar de la represión a la promoción.

El Estado tiene que tomar en serio qué hará con toda esa masa de millones de peruanas y peruanos que ahora, por ejemplo, no puede ubicar porque, como su trabajo es informal, no se sabe dónde viven.

Este es el momento de pensar una política de Estado que proponga un conjunto de medidas que cambien radicalmente esta situación.

Economistas y científicos sociales que han estudiado maestrías y doctorados en grandes universidades tienen aquí un reto inmenso. Pero un consejo de quien trabaja en el campo: caminen, caminen, caminen. La respuesta la encontrarán en la calle. No está ni en un libro ni en un escritorio.

Este es un punto en el que debemos hacer cambios de raíz. Los seres humanos en todo el planeta hemos hecho las cosas muy mal. Tenemos 15 días más para pensar.

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