¿Puede haber algo más bello que un acto de justicia?
¿Puede haber algo más bello que un acto de justicia?

La valiente lucha de Ana Estrada ya se había ganado un lugar en la historia. Ahora la acompaña la notable sentencia del juez Ramírez Niño de Guzmán. La decisión reconoció por primera vez en el Perú el derecho a una muerte digna y reguló las condiciones para que Ana pueda ejercerlo. ¿Qué dijo el juez? Sumillo el argumento.

1. El rol de los jueces: la Constitución es la norma suprema y se debe velar por su eficacia. Un conflicto entre el Código Penal (ley) y derechos constitucionales en un caso concreto debe resolverse a favor de los derechos (arts. 51 y 138). Los jueces, además, están obligados a no dejar de impartir justicia por las deficiencias u omisiones de nuestros congresistas (art. 139.8) o, como cita la sentencia, “no hay vacíos legales, porque hay jueces”.

2. El reconocimiento de derechos que “no figuran en lista”: la Constitución habilita para hacerlo (art. 3), sean “nuevos” o implícitos, y la justicia ya lo ha hecho antes (verdad, agua, plazo razonable, etc.). Un derecho puede existir por más que no exista texto expreso.

3. Vida y muerte dignas: no hay derechos absolutos, todos (incluso la vida) admiten restricciones razonables. La muerte es una fase de la vida y, por lo tanto, también debe ser digna. La autonomía de tomar decisiones sobre nuestra vida debe ser protegida. Las características de la enfermedad de Ana llaman al derecho de estar libre de tratos crueles e inhumanos.

4. Control y limitación: la sentencia solo aplica para el expediente médico analizado, el de Ana, luego de constatar su voluntad y entendimiento de las consecuencias. La eutanasia solo puede ser practicada por especialistas y bajo protocolos institucionales controlados. Ana mantiene el dominio sobre la decisión y los tiempos. Todo médico puede inhibirse de participar. Los que acepten pueden solicitar reserva de identidad. Nadie será sujeto de sanción penal, administrativa o ética.

En alguna oportunidad, Tilsa Tsuchiya, nuestra gran pintora, reflexionaba sobre su disciplina (Moll, 1991): “Concibo el arte como una manifestación de la belleza, de la belleza del amor, de la belleza de la verdad, de la belleza de la justicia… ¿Puede haber algo más bello que un acto de justicia?”. Hoy he recordado esa pregunta.

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