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Esperando el ‘Momento Minsky’

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No es un final de ciclo normal sino uno brutal. Llega de golpe al final de una expansión económica cuya estabilidad financiara era más aparente que real. Los dos lastres que lo provocan son el endeudamiento excesivo y la sobrevaluación exagerada de los activos.
El nombre se debe al economista Hyman Minsky (1919-96), que fue quien con más fervor estudió el fenómeno y a cuya obra la comunidad académica no le dio mayor importancia hasta que llegó 2008.
El precedente es el trabajo con que Irving Fisher (1933) conceptualizó la gran crisis financiera del 1929: “La teoría deuda-deflación de las grandes depresiones” (https://goo.gl/6Ud1vm).
El ‘Momento Minsky’ llega ese día incierto en que los mercados ponen en cuestión la valoración de los activos y el repago de las deudas. Se ocasiona una corrección drástica y súbita de los precios –de las acciones, bonos y bienes raíces– que se traduce en un deterioro en la situación patrimonial de un gran número de agentes económicos.
Los que ya no pueden refinanciar sus deudas tienen que vender activos; los mercados y los bancos limitan al mínimo el acceso al crédito. Se abre una ronda de caídas sucesivas en los precios de los activos y deterioro progresivo de las hojas de balance. Los impagos de unos afectan a los ingresos de otros creando un efecto dominó. Los consumidores recortan el consumo y las empresas cancelan inversiones.
La economía entra en recesión, aumenta el desempleo. Cada país trata de defender su industria con el proteccionismo y la devaluación de su moneda, lo que lleva al colapso del comercio internacional. Las fuerzas destructivas tienden a perpetuar la penuria.
¿Dónde estamos? En 2000 reventó la burbuja de los dot.com. Desde finales de los 90, las bolsas habían registrado los niveles de valoración más altos de la historia. Los gobiernos reaccionaron con políticas monetarias expansivas para reducir los efectos en la economía del desinfle bursátil; pero ello agravó el problema del endeudamiento, lo que condujo a la crisis hipotecaria de 2008.
Para rescatar al sistema financiero –y luego para impedir que la recesión deviniera en depresión– los bancos centrales abrieron todavía mucho más la espita monetaria. Se acostumbraron y así pasó una década. Resultado: hoy la sobrevaloración de las bolsas es mayor que en 2000 y el exceso de endeudamiento, mayor que en 2008.
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